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Mostrando las entradas de febrero, 2007

Nuestros genes no pueden ser de propiedad privada

por Michael Crichton* New York Times, Febrero de 2007 "Usted o alguien que ame puede morir a causa de una patente de genes que jamás debería haber sido concedida. ¿Suena descabellado? Desgraciadamente, es más que real. El patentamiento de material genético se emplea ahora para detener investigaciones, impedir estudios médicos y mantener información vital fuera de su alcance o del de su médico. Las patentes de genes retardan el ritmo de los avances en medicina relacionados con enfermedades en las que existe peligro de muerte. Dichas patentes elevan los costos de forma exorbitante: un estudio para el cáncer de mama que podría hacerse por $1.000 dólares, ahora cuesta $3.000. ¿Por qué? Porque el dueño de la patente de genes puede cobrar lo que quiera y, de hecho, lo hace. ¿Podría alguien hacer un estudio a menor costo? Seguro que sí, pero el propietario de la patente impide cualquier estudio a cargo de un competidor. Ese propietario es el dueño del gen. Nadie más puede hacer un estud

con una estrella en la frente

Cuando leí por primera vez a Kerouac, "Los subterráneos", y semana después, "En el camino", lo que más me calentó del libro fue esa hermandad, ese pandillaje luminoso en que se habían embarcado estos flacos allá por San Francisco. Algo de lo mejor de las primeras cien páginas de "Los detectives salvajes" discurre por la misma senda. El sentarse en torno a una mesa y partir de allí a crear o volver a ese mesón, a mostrar o dejar caer por el lado, esas páginas en que se está trabajando. La imagen que va arriba habla de un momento similar de hermandad que se vivió durante los sesenta en estas mismas calles de pavimento roto y veredas con olor a orina. Me sumo a la blogatón armada por Maza , aplaudiendo lo mismo de lo que Gonzalo y Marisol y Javier y Roberto y otros, son de alguna manera parte también. De una fiesta con una mesa cada vez más grande. Como la de té club, sí. Donde cada vez se sirvan más botellas de buen vino, se cuenten nuevas historias de viejo