Desde Barcelona UNO. Si –como advirtió el poeta– abril es el mes más cruel, entonces septiembre es ese otro mes que espera a abril a la salida del calendario para molerlo a patadas. Al menos por aquí, todos los años. Y este año peor y más que nunca. Septiembre –que se esconde bajo la sofisticada máscara de la rentrée– no es otra cosa que un volver a empezar con el año comenzado y, ahora, para colmo, con un 2009 maldito. El regreso de las vacaciones equivale, sí, a sacar cuentas, a descubrir que las cuentas no salen y que el optimismo de los pronósticos ligeros sucumbe ante la pesadumbre del diagnóstico en firme. Dicen que Europa comienza a recuperarse y que España va a la cola, y aquí vienen los bronceados políticos invitando a “poner el cuerpo” y “arrimar el hombro”, pero –se les nota– con tan pocas ganas de dar la cara. Así, días de gran desilusión: los que disfrutaron como niños durante más de una década larga descubren, de pronto, que Papá Noel no existe y que los Reyes sí: pero ...