Ok, no soy Maza, pero este documental parece estar muy bueno.
'Control Room' es un gran documental sobre Al Jazeera y su papel televisivo en la última Guerra de Irak.
La película transcurre entre las oficinas centrales de la cadena y la sede del Central Command norteamericano, donde todas las grandes televisiones de noticias del mundo - incluída Al Jazeera - tuvieron destacados reporteros que iban siguiendo el desarrollo de la guerra a través de las comunicaciones de los portavoces del ejército americano allí destacados.
Lo mejor de la película, sin duda, son las preguntas que plantea:
- ¿Dónde estaban los soldados iraquíes? ¿Por qué no vimos imágenes de ellos durante la retransmisión televisiva de la guerra?
- ¿Qué pasó para que - en un solo día, el 8 de abril de 2003 - el ejército norteamericano decidiera atacar y matara a periodistas de distintos medios situados en diferentes lugares de Bagdag - incluído un reportero de Al Jazeera, a José Couso de Telecinco y a Taras Protsyuk de Reuters ?
- ¿Cómo puede ser que los informativos occidentales nos mostraran imágenes de chicos celebrando a gritos la entrada del ejército norteamericano en Irak con vítores a Bush cuando en realidad - según uno de los periodistas que aparecen en el documental - los muchachos lo que hacían era maldecir a Bush?
- ¿Por qué todos los que acompañaban a gritos la entrada de los tanques en una plaza de Bagdag en esa escena que recorrió el mundo y que acabó con la caída de una gran estatua de Sadam Hussein - sí, esa famosísima escena - tenían un acento no iraquí?
- ¿Cómo es que uno de esos jóvenes escoltas 'espontáneos' iraquíes del gobierno americano se sacó del bolsillo del pantalón una versión de la bandera iraquí anterior a la de 1991 y se la puso en el cuello a la estatua del dictador?
- ¿Por qué el imperio más poderoso del mundo no fue capaz de ganar la guerra propagandística televisiva en Irak? ¿Qué pasó ahí?
"Como todos los lectores saben, El nuevo coloso es una novela histórica, un libro meticulosamente documentado situado en América entre 1876 y 1890 y basado en hechos reales. La mayoría de los personajes son seres que vivieron realmente en esa época, e incluso cuando los personajes son imaginarios, no son tanto inventos como préstamos, figuras robadas de las páginas de otras novelas. Por lo demás, todos los hechos son verdaderos -verdaderos en el sentido de que siguen el hilo de la historia- y en aquellos lugares en los que eso no queda claro, no hay ninguna manipulación de las leyes de la probabilidad. Todo parece verosímil, real, incluso banal por lo preciso de su descripción, y sin embargo Sachs sorprende al lector continuamente, mezclando tantos géneros y estilos para contar su historia que el libro empieza a parecer una máquina de juego, un fabuloso artefacto con luces parpadeantes y noventa y ocho efectos sonoros diferentes. De capítulo en capítulo, va saltando de la narració...
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