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La legalidad ilegal de Rusia, by Suzanne Scholl


Moscú – El coronel Yuri Budanov es un violador y asesino convicto. Tras cumplir la mitad de su condena por la violación y asesinato de una joven chechena de 18 años, Elsa Kungayeva, fue puesto en libertad en diciembre pasado.

Svetlana Bakhmina era una abogada en Yukos, la empresa petrolera que dirigía Mikhail Khodorkovsky. En 2004 fue arrestada y en 2006 condenada a seis años y medio de prisión por los delitos de malversación y fraude fiscal. Al igual que Budanov, solicitó su liberación anticipada en 2008. La solicitud fue denegada, al igual que la petición que había hecho en 2006 para que se suspendiera su condena hasta que sus hijos menores cumplieran 14 años –petición a la que tenía derecho de conformidad con la ley rusa.

Vasily Aleksanyan era vicepresidente ejecutivo de Yukos y, como abogado, defendió a Khodorkovsky y su socio, Platon Lebedev, tras su arresto en 2003. Más tarde fue inhabilitado para el ejercicio de la abogacía y detenido en abril de 2006. Para ese entonces, Aleksanyan estaba gravemente enfermo de SIDA y se le negó el tratamiento. En diciembre de 2008, el tribunal de la ciudad de Moscú aprobó su libertad mediante una fianza de 50 millones de rublos (aproximadamente 1,775,000 dólares en ese momento).

Por último, consideremos a Khodorkovsky y Lebedev. En 2003 fueron arrestados y en 2005 se les condenó a ocho años de prisión por el delito de fraude fiscal. Están cumpliendo sus sentencias en Chita, en la frontera con China, aunque la ley rusa establece que dados los delitos de los que se les acusó tienen derecho a estar encarcelados cerca de su domicilio, es decir, Moscú.

Cuando Dmitry Medvedev fue electo presidente de Rusia hace poco más de un año, prometió que acabaría con el “nihilismo jurídico” en Rusia. Aunque era colaborador cercano de Vladimir Putin y probablemente pudo llegar a la presidencia exclusivamente por ese motivo, muchos esperaban que pusiera fin a la venganza contra Khodorkovsky y todos quienes lo habían rodeado.

La decepción total llegó apenas un año después de la elección de Medvedev, cuando se presentó un nuevo caso contra Khodorkovsky y Lebedev, esta vez por malversación de miles de millones y lavado de dinero.

En la audiencia preliminar, un observador cínico comentó que por lo visto las autoridades rusas no lograban ponerse de acuerdo: o bien los ex directivos de Yukos no pagaban impuestos o bien malversaban fondos. Pero, ¿desde cuándo se pagan impuestos sobre fondos malversados?

El tribunal donde se lleva a cabo el nuevo juicio contra Khodorkovsky y Lebedev es poco más grande que un aula escolar espaciosa y está lleno de guardias fuertemente armados. A pesar de ello, se obliga a los dos acusados a sentarse dentro de una jaula estrecha cuyo frente de vidrio sólo tiene dos pequeñas aberturas para que sus abogados puedan comunicarse con ellos. Todos los días se les lleva al tribunal esposados como si fueran delincuentes peligrosos. No se pueden evitar las comparaciones con el caso de Budanov, el violador y asesino que ahora es libre para transitar por Rusia como le plazca.

El juez rechazó sin comentarios una solicitud de los abogados defensores para retirar la jaula y sustituir a uno de los fiscales, que ya había sido abogado de la parte acusadora durante el primer juicio. Así pues, las intenciones de las autoridades son claras: encerrar a Khodorkovsky y Lebedev por un período mucho más largo – más de 20 años si se les declara culpables. Pocos dudan que así sucederá.

Con todo, este nuevo juicio es, por supuesto, una prueba para la presidencia de Medvedev. Hasta ahora, no ha hecho nada para contrarrestar el nihilismo contra el que él mismo se ha pronunciado. Pero tal vez lo haga en el curso de este juicio, que se parece a una venganza incluso más que el primero.

Es cierto que Khodorkovsky no es ningún santo. Como muchos otros que actualmente pueden disfrutar su riqueza tranquilamente en Rusia (o que tal vez están lamentándose por haberla perdido debido a la crisis financiera), hizo su fortuna con medios totalmente oscuros durante los primeros años de la era postsoviética. Pero en lugar de comprar palacios, yates o equipos de futbol, invirtió su dinero en Rusia.

Por supuesto, se dedicó principalmente a llenarse los bolsillos –y sus actividades sociales y políticas ciertamente tampoco fueron completamente altruistas. Pero lo que lo convirtió en el enemigo público número uno de Putin fue su deseo de llevar a Rusia en una dirección política que consideraba positiva y deseable. Su ambición era que se llevaran a cabo reformas sociales y políticas realmente profundas en el país, lo que aseguró su caída y provocó también este nuevo juicio, que aparentemente tiene el objetivo de acallarlo definitivamente.

Inevitablemente, este caso servirá para calificar la presidencia de Medvedev. ¿Tolerará y aprobará las aversiones personales de su primer ministro, o está dispuesto a poner fin al lamentable espectáculo de un proceso judicial que ha sido manipulado y del que se ha abusado de principio a fin? No hay muchos indicios de que esto último vaya a ocurrir, pero Rusia siempre ha sido un país donde la esperanza muere al último.

Susanne Scholl es jefa de la oficina de la ORF (Televisión Pública Austriaca) en Moscú. Su libro más reciente es Tochter des Krieges: berleben in Tschetschenien (Hijas de la guerra: la supervivencia en Chechenia).
Copyright: Project Syndicate, 2009.
www.project-syndicate.org
Traducción de Kena Nequiz.

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