un viejo dios la penetra
mientras Danáe sueña conmigo
un viejo dios con viejos problemas
la moja antes que ella entre a la fiesta
Danáe de Klimt sueña que
estamos en la cocina de su depto en nueva york
y mientras ríe y moja mi cara
un viejo dios se molesta
Suenan los stones, los nuevos dioses,
y afuera todo es lluvia
el tiempo perro con barba lanza sus dados
un trueno y otro más y otro
mucho soul en el cuerpo de la más caliente de las nínfulas
Danáe y el clásico truco de cerrar los ojos
Klimt el viejo se molesta
y pinta
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Me cuesta distinguirla con su cara distinta
a causa de los besos y las privaciones de los besos
entre esa multitud de novias al borde del precipicio
que se rompen los labios contra el pavimento salobre,
por cuyas aguas navegan sin otra brújula que el pánico.
Con las orejas mutiladas por su trabajo de adivina
que escucha día y noche los destinos monstruosos,
Venus sale del fondo de sus ojos.
He arrojado mi cuerpo sobre su pobre cuerpo
hijo de las cadenas, he vuelto a abrir sus heridas,
porque la ví tan sola, hablando sola, diciendo:
"Ahora veo un parque donde hay un hombre haciendo mi retrato.
Él pinta la libertad sobre una sábana teñida de sangre.
Combina los colores con la ferocidad de sus pupilas.
Entonces pone sal adentro de las rosas de mi cuerpo.
Pero en vano pregunta por qué mis ojos siguen abiertos noche y día".
"Ahora veo un cadáver y en él una luciérnaga
que sale desde el hueco del corazón volado.
La luciérnaga le abre los párpados. Bajo ellos
están mis propios ojos mirando siempre abiertos".
Ahora veo a Dios totalmente desnudo,
vestido con el cuerpo de mi Amante, cansado
después de haberme herido. Yo lo muerdo en los ojos
y el terror me devuelve mis dos demonios vivos.
"Ahora y siempre veo que mis ojos están
adentro de otros ojos, como un sol repetido
sin cesar sobre mí, como el beso del hombre
que me daña y me ahonda por boca de mi Amante".
Ella dice el sonido de sus visiones, bajo el viento
de la terrible posesión que la golpea y la llama.
Toda una larga noche repite sus tormentos invisibles,
derrama sobre mí sus pétalos impalpables,
hasta que aquellos ojos me trastornan y me ciegan.
De La miseria del hombre, 1948.
Gonzalo Rojas
bella bella
hecha un nudo, sueña con nosotros, no deja de crear una y mil imágenes de colores que no conocemos,
navega,
empuña su pierna al abrazo de su amante,
bella, entera bella,