Si, como ahora parece probable, los terribles atentados del mes pasado en Bombay fueron obra de terroristas islámicos, la cosa pinta mal para la minoría islámica de la India. No importa que sus perpetradores estuvieran financiados desde el exterior, en relación con el conflicto en curso en Cachemira. Los ataques alimentarán un vigoroso estereotipo de musulmanes violentos e indignos de confianza, prontos a la conquista religiosa e incapaces de llegar a ser buenos ciudadanos democráticos. Tales estereotipos proyectan ya su sombra sobre las vidas de los musulmanes indios, que representan un 13,5% de la población.
Importa, empero, considerar el terrorismo indio desde una perspectiva más amplia.
El terrorismo en la India no es, en absoluto, asunto exclusivo de los musulmanes. Una cadena de incidentes recientes se ha atribuido a grupos islámicos, la mayoría con vínculos foráneos que tienen que ver con Cachemira. Sin embargo, el ejemplo de terrorismo sangriento más reciente en la India fue el asesinato de no menos de 2.000 musulmanes perpetrado durante meses en 2002 por hordas derechistas hindúes en el estado de Gujarat.
Ese horrible pogrom fue presentado en su día como represalia por el incendio, pretendidamente cometido por musulmanes, de un tren en el que viajaban pasajeros mayoritariamente hindúes. Pero dos investigaciones independientes han terminado por concluir que el incendio no fue sino un trágico accidente causado por unos bidones de queroseno que traían unos pasajeros.
Pero, siendo verdad que eso no se supo en su momento, lo cierto es que el grueso de los asesinados –o violados, o apaleados— vivían a mucha distancia del lugar en donde se produjo el incendio, y era claro que no podían tener la menor conexión con él. Además, hay pruebas más que sobradas de premeditación: grupos hindúes de extrema derecha habían confeccionado listas de viviendas y negocios musulmanes.
También son abrumadoras las pruebas de que el gobierno del estado e Gujarat cobijó a los perpetradores de los asesinatos, lo que llevó al Departamento de Estado norteamericanoa denegar en 2005 el visado a Narendra Modi, el jefe de gobierno de Gujarat. Recientemente, el periódico de investigación Tehelka aportó todavía más pruebas de la complicidad del gobierno en los ataques homicidas a los musulmanes. Un periodista de Tehelka, pertrechado con una cámara oculta, entrevistó a varios participantes en los actos violentos de Gujarat, los cuales describieron con detalle la fabricación de bombas en fábricas propiedad de miembros de la derecha hindú; cómo esas armas fueron traídas de contrabando desde otros estados, y cómo la policía recibió instrucciones para mirar hacia otro lado.
Un dirigente del Bajrang Dal (un grupo paramilitar hindú de extrema derecha) describió así su propio papel en el asunto: "Estaba esa mujer preñada, y yo la rajé en canal… No habría ni que dejarles respirar. Ahora digo exactamente lo mismo. Se trate de quien se trate, mujeres, niños, cualquiera, lo único que cabe hacer con ellos es rajarlos. Hay que apalearlos, liquidarlos, hay que quemar a esos bastardos… La idea es no dejar a ninguno con vida; después, todo será nuestro."
La revelación de que miembros de la derecha hindú se libraron a una campaña de limpieza étnica no debería sorprender a nadie. Desde 1930, su movimiento no ha dejado de insistir en que la India es para las hindúes, que musulmanes y cristianos son forasteros que deberían tener un estatuto nacional de segunda clase.
Este año, en la parte oriental del estado de Orissa, miembros del Bajrang Dal asesinaron a una miríada decristianos que rechazaton convertirse al hinduismo. (El grueso de los cristianos indios son descendientes de conversos, a menudo procedentes de las castas hindúes más bajas.) Pacçificas aldesa fueron reducidas a cenizas; se prendió fuego a un orfelinato patrocinado por la Iglesia; docenas de iglesias fueron destruidas, y misioneros y sacerdotes fueron asesinados a sangre fría. Miles fueron obligados a huir de sus hogares, y al menos 30.000 se quedaron sin techo. La consigna: "Matad a los cristianos y destruid sus instituciones".
En agosto, los obispos católicos de la India procedieron a cerrar escuelas por todo el país "en protesta por las atrocidades cometidas contra la comunidad Cristiana y otra gente inocente". Tales acciones, tendentes a transformar la democracia pluralista india en un régimen etnocéntrico, representan una grave amenaza para el futuro de la India.
Todo eso es terrorismo, pero nunca sale en la primera plana de los grandes medios de comunicación del mundo. Y cuando se abre paso en los periódicos fuera de la India, apenas se usa la palabra "terrorismo". El resultado es una percepción, n la India y en todas partes, de que los musulmanes son los malos de la película en materia de violencia terrorista.
Esos estereotipos son tan dominantes, que muchas asociaciones de juristas de los estados se niegan a defender a musulmanes acusados de complicidad con el terrorismo, a pesar de que la Constitución de la India garantiza todos los acusados una defensa gratuita.
Entretanto, aun con pruebas escasas, si alguna, ronda a los jóvenes musulmanes la sospecha de terrorismo, un análogo del actual y feísimo fenómeno norteamericano de la fijación de perfiles raciales.
Algunos musulmanes son delincuentes. Pero eso no justifica la demonización de los musulmanes; lo mismo que los actos violentos de la derecha hindú no justifica el estereotipo que pinta a todos los hindúes como violadores y asesinos. Actúese contra los delincuentes con determinación, buenas pruebas y juicios justos, y déjese de perseguir a todo una comunidad por su sola afiliación religiosa.
*Ha sido profesora de filosofía en la Universidad de Harvard y actualmente lo es en la de Brown. Es además una activa defensora de la causa feminista, y ha sido una crítica tan inclemente filosóficamente, como certera políticamente, del feminismo académico de impronta relativista. En SinPermiso 2 se acaba de publicar su célebre ensayo contra Judith Butler, convertido entretanto en un clásico contemporáneo de la crítica filosófica de la charlatanería ["El feminismo exige más y las mujeres merecen algo mejor", en: Sinpermiso Nº 2, junio 2007, págs. 151—174]. Entre sus últimos libros traducidos al castellano están: La terapia del deseo: teoría y práctica en la ética helenística [traducción de Miguel Candel]. Barcelona: Paidós, [2003]; El conocimiento del amor: ensayos sobre filosofía y literatura [traducción de Rocío Orsi Portalo y Juana María Inarejos Ortiz Boadilla del Monte]. Madrid: A. Machado Libros, 2005; El cultivo de la humanidad: una defensa clásica de la reforma en la educación liberal [traducción de Juana Pailaya]. Barcelona: Paidós Ibérica, 2005; "El ocultamiento de lo humano: repugnacia, vergüenza y ley" [Traducción de Gabriel Zadunaisky]. Buenos Aires: Katz Editores, 2006; Las fronteras de la justicia: consideraciones sobre la exclusión [traducción de Ramon Vilà Vernis y Albino Santos Mosquera]. Barcelona: Paidós, 2007.
Importa, empero, considerar el terrorismo indio desde una perspectiva más amplia.
El terrorismo en la India no es, en absoluto, asunto exclusivo de los musulmanes. Una cadena de incidentes recientes se ha atribuido a grupos islámicos, la mayoría con vínculos foráneos que tienen que ver con Cachemira. Sin embargo, el ejemplo de terrorismo sangriento más reciente en la India fue el asesinato de no menos de 2.000 musulmanes perpetrado durante meses en 2002 por hordas derechistas hindúes en el estado de Gujarat.
Ese horrible pogrom fue presentado en su día como represalia por el incendio, pretendidamente cometido por musulmanes, de un tren en el que viajaban pasajeros mayoritariamente hindúes. Pero dos investigaciones independientes han terminado por concluir que el incendio no fue sino un trágico accidente causado por unos bidones de queroseno que traían unos pasajeros.
Pero, siendo verdad que eso no se supo en su momento, lo cierto es que el grueso de los asesinados –o violados, o apaleados— vivían a mucha distancia del lugar en donde se produjo el incendio, y era claro que no podían tener la menor conexión con él. Además, hay pruebas más que sobradas de premeditación: grupos hindúes de extrema derecha habían confeccionado listas de viviendas y negocios musulmanes.
También son abrumadoras las pruebas de que el gobierno del estado e Gujarat cobijó a los perpetradores de los asesinatos, lo que llevó al Departamento de Estado norteamericanoa denegar en 2005 el visado a Narendra Modi, el jefe de gobierno de Gujarat. Recientemente, el periódico de investigación Tehelka aportó todavía más pruebas de la complicidad del gobierno en los ataques homicidas a los musulmanes. Un periodista de Tehelka, pertrechado con una cámara oculta, entrevistó a varios participantes en los actos violentos de Gujarat, los cuales describieron con detalle la fabricación de bombas en fábricas propiedad de miembros de la derecha hindú; cómo esas armas fueron traídas de contrabando desde otros estados, y cómo la policía recibió instrucciones para mirar hacia otro lado.
Un dirigente del Bajrang Dal (un grupo paramilitar hindú de extrema derecha) describió así su propio papel en el asunto: "Estaba esa mujer preñada, y yo la rajé en canal… No habría ni que dejarles respirar. Ahora digo exactamente lo mismo. Se trate de quien se trate, mujeres, niños, cualquiera, lo único que cabe hacer con ellos es rajarlos. Hay que apalearlos, liquidarlos, hay que quemar a esos bastardos… La idea es no dejar a ninguno con vida; después, todo será nuestro."
La revelación de que miembros de la derecha hindú se libraron a una campaña de limpieza étnica no debería sorprender a nadie. Desde 1930, su movimiento no ha dejado de insistir en que la India es para las hindúes, que musulmanes y cristianos son forasteros que deberían tener un estatuto nacional de segunda clase.
Este año, en la parte oriental del estado de Orissa, miembros del Bajrang Dal asesinaron a una miríada decristianos que rechazaton convertirse al hinduismo. (El grueso de los cristianos indios son descendientes de conversos, a menudo procedentes de las castas hindúes más bajas.) Pacçificas aldesa fueron reducidas a cenizas; se prendió fuego a un orfelinato patrocinado por la Iglesia; docenas de iglesias fueron destruidas, y misioneros y sacerdotes fueron asesinados a sangre fría. Miles fueron obligados a huir de sus hogares, y al menos 30.000 se quedaron sin techo. La consigna: "Matad a los cristianos y destruid sus instituciones".
En agosto, los obispos católicos de la India procedieron a cerrar escuelas por todo el país "en protesta por las atrocidades cometidas contra la comunidad Cristiana y otra gente inocente". Tales acciones, tendentes a transformar la democracia pluralista india en un régimen etnocéntrico, representan una grave amenaza para el futuro de la India.
Todo eso es terrorismo, pero nunca sale en la primera plana de los grandes medios de comunicación del mundo. Y cuando se abre paso en los periódicos fuera de la India, apenas se usa la palabra "terrorismo". El resultado es una percepción, n la India y en todas partes, de que los musulmanes son los malos de la película en materia de violencia terrorista.
Esos estereotipos son tan dominantes, que muchas asociaciones de juristas de los estados se niegan a defender a musulmanes acusados de complicidad con el terrorismo, a pesar de que la Constitución de la India garantiza todos los acusados una defensa gratuita.
Entretanto, aun con pruebas escasas, si alguna, ronda a los jóvenes musulmanes la sospecha de terrorismo, un análogo del actual y feísimo fenómeno norteamericano de la fijación de perfiles raciales.
Algunos musulmanes son delincuentes. Pero eso no justifica la demonización de los musulmanes; lo mismo que los actos violentos de la derecha hindú no justifica el estereotipo que pinta a todos los hindúes como violadores y asesinos. Actúese contra los delincuentes con determinación, buenas pruebas y juicios justos, y déjese de perseguir a todo una comunidad por su sola afiliación religiosa.
*Ha sido profesora de filosofía en la Universidad de Harvard y actualmente lo es en la de Brown. Es además una activa defensora de la causa feminista, y ha sido una crítica tan inclemente filosóficamente, como certera políticamente, del feminismo académico de impronta relativista. En SinPermiso 2 se acaba de publicar su célebre ensayo contra Judith Butler, convertido entretanto en un clásico contemporáneo de la crítica filosófica de la charlatanería ["El feminismo exige más y las mujeres merecen algo mejor", en: Sinpermiso Nº 2, junio 2007, págs. 151—174]. Entre sus últimos libros traducidos al castellano están: La terapia del deseo: teoría y práctica en la ética helenística [traducción de Miguel Candel]. Barcelona: Paidós, [2003]; El conocimiento del amor: ensayos sobre filosofía y literatura [traducción de Rocío Orsi Portalo y Juana María Inarejos Ortiz Boadilla del Monte]. Madrid: A. Machado Libros, 2005; El cultivo de la humanidad: una defensa clásica de la reforma en la educación liberal [traducción de Juana Pailaya]. Barcelona: Paidós Ibérica, 2005; "El ocultamiento de lo humano: repugnacia, vergüenza y ley" [Traducción de Gabriel Zadunaisky]. Buenos Aires: Katz Editores, 2006; Las fronteras de la justicia: consideraciones sobre la exclusión [traducción de Ramon Vilà Vernis y Albino Santos Mosquera]. Barcelona: Paidós, 2007.
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