A menos que sea para pedir la libertad de los presos políticos en Cuba, es un grave error el viaje a la isla del barbudo. Pirincho lo dice así, hoy en La Tercera:
"El reciente anuncio de la Cancillería chilena, en orden a confirmar una próxima visita de Estado que la Presidenta Michelle Bachelet realizará a Cuba, es tan absurda como inoportuna. Más todavía, cuando el motivo fundacional de la actual coalición de gobierno –aquello que vitalmente aglutinó las voluntades concertacionistas en torno a un sueño para Chile— fue justamente la lucha por la democracia, la libertad política y la defensa de los derechos humanos.
La Cuba de ayer y la de hoy —la de Fidel, su hermano o cualquiera de sus secuaces— representa todo aquello que los verdaderos demócratas deberían, sin vacilaciones y matices, despreciar y combatir. En este medio siglo de la vergüenza, el régimen cubano habrá fusilado a más de 15.000 personas, cuyo principal pecado fue revelarse frente a los delirios y caprichos de un dictador. Habrá también apresado y exiliado a cientos de miles de ciudadanos, perseguidos por sus creencias religiosas, preferencias sexuales o por simplemente haber ejercido su legítimo derecho a la libertad de expresión. Todo ello sin mencionar la desesperación y la angustia de tantos balseros –hombres, mujeres y niños— que murieron ahogados intentando huir y así despertar de lo que para ellos fue una larga y eterna pesadilla.
¿Hasta cuándo entonces? Hasta cuándo un sector de la izquierda –minoritaria en el mundo y desgraciadamente cada vez más popular en Latinoamérica— sigue justificando, por la vía explícita o a través del silencio cómplice, la barbarie y la sin razón de algunas dictaduras. Hasta cuando nos sumamos a la hipocresía del doble estándar o adherimos al sucio teorema –contra el que nos alertó Albert Camus— de que hay muertos buenos y malos, verdugos privilegiados y víctimas sospechosas.
Cuando en la opinión pública internacional se estrecha el círculo que denuncia el oprobio del régimen castrista, es absurdo que algunos sigan empeñados en revivir, una y otra vez, a esta reliquia del pasado; sumándose ya no sólo a una epidemia delirante, sino a la traición de todo lo que representa el progresismo de la libertad. Es obvio que una eventual visita de la Presidenta a Cuba no avala ni justifica todos estos horrores, pero –a falta de un categórico y explícito juicio de condena— se da también una señal confusa respecto del camino que debemos alentar y promover.
En efecto, decía que también se trata de un anuncio inoportuno. La recientemente concluida Cumbre Iberoamericana fue un interesante esfuerzo por mostrar la urgente necesidad de una mayor cohesión social de nuestros pueblos. Después de décadas de experimentos políticos y económicos en nuestra región, los que por cierto ayudan a comprender la retórica de ciertos discursos y la estética de quienes los impulsan, el desafío fundamental para América Latina es afirmar que la libertad política no es incompatible con la mayor prosperidad social.
Nuestros países no requieren de dictaduras o tiranos para alcanzar el mayor bienestar de sus ciudadanos. Tampoco ninguna política económica justifica la muerte, la tortura o cualquier otro tipo de violación a los Derechos Humanos (un claro mensaje también para tanto anticastrista y pinochetista de la plaza). El progreso sin libertad acarrea un precio muy alto en la dignidad de los pueblos, cuyas secuelas éticas y cívicas pueden perdurar por varias generaciones.
Nuestro empeño, entonces, es mostrar que la democracia también requiere de mayor justicia social. La pobreza y la miseria contribuyen a socavar la convicción que los ciudadanos tienen por el valor de su autonomía; pues siempre el rencor y la frustración han sido la antesala de quienes justifican, en nombre de la igualdad, restringir nuestros derechos. ¡Sí a la libertad, y sí también a la equidad! Dicho sea de paso, en la Cuba de Castro no existe ni lo uno ni lo otro."
Jorge Navarrete, en La Tercera
"El reciente anuncio de la Cancillería chilena, en orden a confirmar una próxima visita de Estado que la Presidenta Michelle Bachelet realizará a Cuba, es tan absurda como inoportuna. Más todavía, cuando el motivo fundacional de la actual coalición de gobierno –aquello que vitalmente aglutinó las voluntades concertacionistas en torno a un sueño para Chile— fue justamente la lucha por la democracia, la libertad política y la defensa de los derechos humanos.
La Cuba de ayer y la de hoy —la de Fidel, su hermano o cualquiera de sus secuaces— representa todo aquello que los verdaderos demócratas deberían, sin vacilaciones y matices, despreciar y combatir. En este medio siglo de la vergüenza, el régimen cubano habrá fusilado a más de 15.000 personas, cuyo principal pecado fue revelarse frente a los delirios y caprichos de un dictador. Habrá también apresado y exiliado a cientos de miles de ciudadanos, perseguidos por sus creencias religiosas, preferencias sexuales o por simplemente haber ejercido su legítimo derecho a la libertad de expresión. Todo ello sin mencionar la desesperación y la angustia de tantos balseros –hombres, mujeres y niños— que murieron ahogados intentando huir y así despertar de lo que para ellos fue una larga y eterna pesadilla.
¿Hasta cuándo entonces? Hasta cuándo un sector de la izquierda –minoritaria en el mundo y desgraciadamente cada vez más popular en Latinoamérica— sigue justificando, por la vía explícita o a través del silencio cómplice, la barbarie y la sin razón de algunas dictaduras. Hasta cuando nos sumamos a la hipocresía del doble estándar o adherimos al sucio teorema –contra el que nos alertó Albert Camus— de que hay muertos buenos y malos, verdugos privilegiados y víctimas sospechosas.
Cuando en la opinión pública internacional se estrecha el círculo que denuncia el oprobio del régimen castrista, es absurdo que algunos sigan empeñados en revivir, una y otra vez, a esta reliquia del pasado; sumándose ya no sólo a una epidemia delirante, sino a la traición de todo lo que representa el progresismo de la libertad. Es obvio que una eventual visita de la Presidenta a Cuba no avala ni justifica todos estos horrores, pero –a falta de un categórico y explícito juicio de condena— se da también una señal confusa respecto del camino que debemos alentar y promover.
En efecto, decía que también se trata de un anuncio inoportuno. La recientemente concluida Cumbre Iberoamericana fue un interesante esfuerzo por mostrar la urgente necesidad de una mayor cohesión social de nuestros pueblos. Después de décadas de experimentos políticos y económicos en nuestra región, los que por cierto ayudan a comprender la retórica de ciertos discursos y la estética de quienes los impulsan, el desafío fundamental para América Latina es afirmar que la libertad política no es incompatible con la mayor prosperidad social.
Nuestros países no requieren de dictaduras o tiranos para alcanzar el mayor bienestar de sus ciudadanos. Tampoco ninguna política económica justifica la muerte, la tortura o cualquier otro tipo de violación a los Derechos Humanos (un claro mensaje también para tanto anticastrista y pinochetista de la plaza). El progreso sin libertad acarrea un precio muy alto en la dignidad de los pueblos, cuyas secuelas éticas y cívicas pueden perdurar por varias generaciones.
Nuestro empeño, entonces, es mostrar que la democracia también requiere de mayor justicia social. La pobreza y la miseria contribuyen a socavar la convicción que los ciudadanos tienen por el valor de su autonomía; pues siempre el rencor y la frustración han sido la antesala de quienes justifican, en nombre de la igualdad, restringir nuestros derechos. ¡Sí a la libertad, y sí también a la equidad! Dicho sea de paso, en la Cuba de Castro no existe ni lo uno ni lo otro."
Jorge Navarrete, en La Tercera
Comentarios
Fidel morirá pronto, si es que no ha muerto ya. Cuando esto sea un hecho, ciertas cuestiones cambiarán en cuba.
no se le puede hacer la ley del silencio a un país sólo por quién detenta el poder en él. Sin ser pro bachelet, imagino que se reunirá con distintas personalidades de allá. la tesis de pirincho es típica de los socialismos que él mismo desprecia: "si no piensan como nosotros, entonces no les hablamos."
saludos