Señor Director:
Monseñor Contreras ha sugerido que en mi última columna tergiversé las intenciones de Monseñor Goic.
No es así.
Simplemente critiqué sus palabras diciendo que, bajo ningún respecto, estaban justificadas: ni la Iglesia estaba siendo empujada a la sacristía como temía Monseñor Goic (un reclamo como ese es ridículo viniendo de una confesión, dije, que tiene seis universidades subsidiadas por el Estado, innumerables escuelas financiadas con subsidios públicos y una red de televisión); ni quienes se oponían a ella en el tema de la píldora hacían uso de un doble estándar (puesto que, agregué, no tiene nada de malo coincidir con la Iglesia en algunas cosas y discrepar en otras). Lo que ocurre, sugerí, es que Monseñor confunde el indudable derecho de la Iglesia a hacer valer sus puntos de vista (en lo que se equipara a cualquier otro ciudadano) con la pretensión de que sus puntos de vista se tengan, sin más, por verdaderos (esto, dije, es desgraciadamente inadmisible en una sociedad cuyos ciudadanos se tratan como iguales).
Así entonces no hubo tergiversación alguna. Lo que ocurre es que Monseñor Goic dijo algo que, simplemente, no se sostenía.
Quizá por eso Monseñor Contreras -aprovechando esta discusión- pretende ahora reformular lo dicho por Goic: "Lo que expresó -dice Monseñor Contreras explicando las palabras de su colega- fue que desde diversas y opuestas trincheras ideológicas hoy existe, y existió en el pasado, la pretensión errada de relegar a la Iglesia al ámbito privado y cultural".
Pero esa interpretación es peor que el original: ¿por qué habría de ser errado relegar a la Iglesia al ámbito privado y cultural? ¿Y dónde querría Monseñor que la Iglesia estuviera? Si el ámbito privado y el cultural (es decir los ámbitos donde se forman las opiniones de los ciudadanos) no le son suficientes ¿cuál ámbito es el que la satisfaría si se puede saber? ¿Si no le bastan la adhesión voluntaria de los ciudadanos y la posibilidad de esparcir sus puntos de vista en el sistema educativo, en los medios de comunicación y en el espacio de la cultura, que es lo que tradicionalmente se llama espacio público (y para lo que cuenta, repito, con seis universidades e innumerables escuelas subsidiadas y una poderosa red de televisión) qué situación, ya que no esa, es la que estaría a la altura de las expectativas de Monseñor Contreras?
Monseñor Contreras ha sugerido que en mi última columna tergiversé las intenciones de Monseñor Goic.
No es así.
Simplemente critiqué sus palabras diciendo que, bajo ningún respecto, estaban justificadas: ni la Iglesia estaba siendo empujada a la sacristía como temía Monseñor Goic (un reclamo como ese es ridículo viniendo de una confesión, dije, que tiene seis universidades subsidiadas por el Estado, innumerables escuelas financiadas con subsidios públicos y una red de televisión); ni quienes se oponían a ella en el tema de la píldora hacían uso de un doble estándar (puesto que, agregué, no tiene nada de malo coincidir con la Iglesia en algunas cosas y discrepar en otras). Lo que ocurre, sugerí, es que Monseñor confunde el indudable derecho de la Iglesia a hacer valer sus puntos de vista (en lo que se equipara a cualquier otro ciudadano) con la pretensión de que sus puntos de vista se tengan, sin más, por verdaderos (esto, dije, es desgraciadamente inadmisible en una sociedad cuyos ciudadanos se tratan como iguales).
Así entonces no hubo tergiversación alguna. Lo que ocurre es que Monseñor Goic dijo algo que, simplemente, no se sostenía.
Quizá por eso Monseñor Contreras -aprovechando esta discusión- pretende ahora reformular lo dicho por Goic: "Lo que expresó -dice Monseñor Contreras explicando las palabras de su colega- fue que desde diversas y opuestas trincheras ideológicas hoy existe, y existió en el pasado, la pretensión errada de relegar a la Iglesia al ámbito privado y cultural".
Pero esa interpretación es peor que el original: ¿por qué habría de ser errado relegar a la Iglesia al ámbito privado y cultural? ¿Y dónde querría Monseñor que la Iglesia estuviera? Si el ámbito privado y el cultural (es decir los ámbitos donde se forman las opiniones de los ciudadanos) no le son suficientes ¿cuál ámbito es el que la satisfaría si se puede saber? ¿Si no le bastan la adhesión voluntaria de los ciudadanos y la posibilidad de esparcir sus puntos de vista en el sistema educativo, en los medios de comunicación y en el espacio de la cultura, que es lo que tradicionalmente se llama espacio público (y para lo que cuenta, repito, con seis universidades e innumerables escuelas subsidiadas y una poderosa red de televisión) qué situación, ya que no esa, es la que estaría a la altura de las expectativas de Monseñor Contreras?
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