Jueves 24 de Diciembre de 2009
Señor Director:
El sábado pasado, en una entrevista en este diario, una mujer profesional sin pareja estable y al final de su edad reproductiva (40 años), hizo público su embarazo de seis meses, logrado con espermios de un donante. Si bien no conozco el caso en particular; esta compleja y difícil decisión parece haberla tomado luego de conversar con sus hermanas, con su padre, su madre y sus amistades. Descartó la alternativa de usar donantes conocidos que le ofrecieron sus espermios. La mujer tomó una decisión informada, educada, meditada y en plena conciencia. ¡Qué privilegio poder ejercer un acto de esta envergadura, en conciencia plena!
En el mismo artículo, el obispo de San Bernardo, Ignacio González, condenó su proceder como “una práctica derechamente inmoral” e insistió más adelante que incluso si la inseminación con donante se realiza al interior del matrimonio, está “en contra del orden moral”.
El obispo juzgó públicamente a una mujer, con nombre y apellido, de embarazarse mediante un acto inmoral y, por consiguiente, la hija nacerá como resultado de un acto inmoral.
Esto, por desgracia, no es un hecho aislado. El martes pasado, en este mismo diario, monseñor Chomali, obispo auxiliar de Santiago, introduce una nueva condena, esta vez en contra de la dignidad de la niña que ha de nacer, al señalar que lo que ha hecho la mujer “atenta gravemente contra la dignidad de seres humanos inocentes, supeditados al mero deseo de otros”. De más está decir que idealmente todos los embarazos debieran ser el resultado del deseo de los padres y no el de un azar o accidente.
De una plumada, dos obispos han estigmatizado a una mujer como un ser inmoral; y a su futura hija, como un ser que estará privada de la perfección y dignidad que sólo se logra al haber sido concebida a través de la relación sexual entre los cónyuges.
Monseñor Chomali pide, además, a los candidatos a Presidente que señalen públicamente qué van a hacer con las libertades reproductivas de las chilenas/os. Yo quisiera que antes de exigir eso, la jerarquía católica: 1) explique a los aproximadamente 120 mil niños nacidos anualmente en Chile fuera del matrimonio, por qué son ellos menos dignos que los otros 120 mil que nacen de parejas casadas; 2) que les explique a sus padres por qué los aísla de sus sacramentos y los estigmatiza como seres inmorales; 3) que les explique a los miles de parejas que en Chile se han embarazado mediante gametos donados, con qué autoridad cataloga sus actos de inmorales y a sus hijos como el resultado de una dignidad que está dañada por los actos de sus padres.
La dignidad es intrínseca a las personas y a la creación como un todo. Ningún hombre puede atribuirse autoridad para restarle dignidad ni al más humilde de los seres de la creación.
Nuestra sociedad tendría una convivencia mucho más pacífica si se rige por una moral civil que valore y acoja a las personas por lo que son y hacen y no por su adhesión a valores y creencias particulares.
Fernando Zegers Hochschild
Señor Director:
El sábado pasado, en una entrevista en este diario, una mujer profesional sin pareja estable y al final de su edad reproductiva (40 años), hizo público su embarazo de seis meses, logrado con espermios de un donante. Si bien no conozco el caso en particular; esta compleja y difícil decisión parece haberla tomado luego de conversar con sus hermanas, con su padre, su madre y sus amistades. Descartó la alternativa de usar donantes conocidos que le ofrecieron sus espermios. La mujer tomó una decisión informada, educada, meditada y en plena conciencia. ¡Qué privilegio poder ejercer un acto de esta envergadura, en conciencia plena!
En el mismo artículo, el obispo de San Bernardo, Ignacio González, condenó su proceder como “una práctica derechamente inmoral” e insistió más adelante que incluso si la inseminación con donante se realiza al interior del matrimonio, está “en contra del orden moral”.
El obispo juzgó públicamente a una mujer, con nombre y apellido, de embarazarse mediante un acto inmoral y, por consiguiente, la hija nacerá como resultado de un acto inmoral.
Esto, por desgracia, no es un hecho aislado. El martes pasado, en este mismo diario, monseñor Chomali, obispo auxiliar de Santiago, introduce una nueva condena, esta vez en contra de la dignidad de la niña que ha de nacer, al señalar que lo que ha hecho la mujer “atenta gravemente contra la dignidad de seres humanos inocentes, supeditados al mero deseo de otros”. De más está decir que idealmente todos los embarazos debieran ser el resultado del deseo de los padres y no el de un azar o accidente.
De una plumada, dos obispos han estigmatizado a una mujer como un ser inmoral; y a su futura hija, como un ser que estará privada de la perfección y dignidad que sólo se logra al haber sido concebida a través de la relación sexual entre los cónyuges.
Monseñor Chomali pide, además, a los candidatos a Presidente que señalen públicamente qué van a hacer con las libertades reproductivas de las chilenas/os. Yo quisiera que antes de exigir eso, la jerarquía católica: 1) explique a los aproximadamente 120 mil niños nacidos anualmente en Chile fuera del matrimonio, por qué son ellos menos dignos que los otros 120 mil que nacen de parejas casadas; 2) que les explique a sus padres por qué los aísla de sus sacramentos y los estigmatiza como seres inmorales; 3) que les explique a los miles de parejas que en Chile se han embarazado mediante gametos donados, con qué autoridad cataloga sus actos de inmorales y a sus hijos como el resultado de una dignidad que está dañada por los actos de sus padres.
La dignidad es intrínseca a las personas y a la creación como un todo. Ningún hombre puede atribuirse autoridad para restarle dignidad ni al más humilde de los seres de la creación.
Nuestra sociedad tendría una convivencia mucho más pacífica si se rige por una moral civil que valore y acoja a las personas por lo que son y hacen y no por su adhesión a valores y creencias particulares.
Fernando Zegers Hochschild
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