La Nación, Domingo 12 de Noviembre de 2006
Dieciocho jóvenes latinoamericanos, entre ellos Fresán, Bayly y Paz Soldán, fueron parte de un libro que se desmarcó del realismo mágico. Mataron al padre e instalaron su propio negocio. Acá el autor de "Mala onda" rompe el silencio frente al tópico por primera y única vez. De bonus track, Rafael Gumucio y Gonzalo Contreras le rayan la pintura a la antología.
Por Claudio Pereda- Madrid
Una de las cosas que dejó en claro la 26ª Feria del Libro de Santiago, recién pasada, fue que el panorama actual de la literatura latinoamericana exhibe temáticas claramente urbanas con ópticas cada vez más cosmopolitas. Tal como lo proclamó hace diez años un polémico libro que pretendía anunciar este desembarco.
"McOndo" (Grijalbo, 1996), antología de 18 cuentos pertenecientes a igual número de jóvenes escritores de la región, en la que todo lo que sonara a relamidas versiones de realismo mágico fue definitivamente clausurado.
Uno de los compiladores de la publicación, hoy perdida y transformada en objeto de culto, fue el escritor y periodista Alberto Fuguet (el otro fue Sergio Gómez), quien luego de la ardua e intensa polémica que se generó en el ambiente literario nacional y latinoamericano se juramentó nunca más referirse al tema.
"Cuando se habla de McOndo no se habla del libro, se habla del prólogo que hicimos. No se volvió una antología literaria. Los cuentos, o no fueron leídos o lo que realmente causó polémica fue el prólogo y el título. Por eso, creo que se leyó mal, sólo para destrozarlo", cuenta hoy Fuguet.
"Lo que buscamos con ese nombre fue reflejar con una palabra atractiva, lo que para nosotros significaba ser contemporáneos. Nunca impusimos una forma de escribir, aunque -claro- había ciertos rasgos estéticos que se compartían. Y si bien me parece que hoy la literatura de la región es bastante más diversa que hace diez años y, quizás, hasta media McOndo, lo cierto es que no buscábamos ponerle esa etiqueta-, subraya el escritor."
En el citado prólogo del libro, los autores detallaban cómo dos jóvenes becarios en un connotado centro literario de Estados Unidos reciben la tarea de seleccionar autores para una edición especial de la revista del lugar con literatura latinoamericana. Emocionados porque serían editados en inglés por primera vez, los jóvenes se contactan con diversos escritores de la región. Al llegar el momento de la revisión, el profesor norteamericano que dirigía la publicación se descompuso porque en ningún texto había mujeres que vuelan, ni mariposas amarillas ni otros eventos similares, tan "propios" de la literatura de esta parte del planeta. Cuento corto: la revista no salió y Fuguet y Gómez saciaron su "pica" haciendo una antología más grande, en la que se incorporaron nombres hoy conocidos -aunque en esa época no mucho-, como el boliviano Edmundo Paz Soldán, los argentinos Juan Forn y Rodrigo Fresán y el peruano Jaime Bayly, entre otros.
Dieciocho jóvenes latinoamericanos, entre ellos Fresán, Bayly y Paz Soldán, fueron parte de un libro que se desmarcó del realismo mágico. Mataron al padre e instalaron su propio negocio. Acá el autor de "Mala onda" rompe el silencio frente al tópico por primera y única vez. De bonus track, Rafael Gumucio y Gonzalo Contreras le rayan la pintura a la antología.
Por Claudio Pereda- Madrid
Una de las cosas que dejó en claro la 26ª Feria del Libro de Santiago, recién pasada, fue que el panorama actual de la literatura latinoamericana exhibe temáticas claramente urbanas con ópticas cada vez más cosmopolitas. Tal como lo proclamó hace diez años un polémico libro que pretendía anunciar este desembarco.
"McOndo" (Grijalbo, 1996), antología de 18 cuentos pertenecientes a igual número de jóvenes escritores de la región, en la que todo lo que sonara a relamidas versiones de realismo mágico fue definitivamente clausurado.
Uno de los compiladores de la publicación, hoy perdida y transformada en objeto de culto, fue el escritor y periodista Alberto Fuguet (el otro fue Sergio Gómez), quien luego de la ardua e intensa polémica que se generó en el ambiente literario nacional y latinoamericano se juramentó nunca más referirse al tema.
"Cuando se habla de McOndo no se habla del libro, se habla del prólogo que hicimos. No se volvió una antología literaria. Los cuentos, o no fueron leídos o lo que realmente causó polémica fue el prólogo y el título. Por eso, creo que se leyó mal, sólo para destrozarlo", cuenta hoy Fuguet.
"Lo que buscamos con ese nombre fue reflejar con una palabra atractiva, lo que para nosotros significaba ser contemporáneos. Nunca impusimos una forma de escribir, aunque -claro- había ciertos rasgos estéticos que se compartían. Y si bien me parece que hoy la literatura de la región es bastante más diversa que hace diez años y, quizás, hasta media McOndo, lo cierto es que no buscábamos ponerle esa etiqueta-, subraya el escritor."
En el citado prólogo del libro, los autores detallaban cómo dos jóvenes becarios en un connotado centro literario de Estados Unidos reciben la tarea de seleccionar autores para una edición especial de la revista del lugar con literatura latinoamericana. Emocionados porque serían editados en inglés por primera vez, los jóvenes se contactan con diversos escritores de la región. Al llegar el momento de la revisión, el profesor norteamericano que dirigía la publicación se descompuso porque en ningún texto había mujeres que vuelan, ni mariposas amarillas ni otros eventos similares, tan "propios" de la literatura de esta parte del planeta. Cuento corto: la revista no salió y Fuguet y Gómez saciaron su "pica" haciendo una antología más grande, en la que se incorporaron nombres hoy conocidos -aunque en esa época no mucho-, como el boliviano Edmundo Paz Soldán, los argentinos Juan Forn y Rodrigo Fresán y el peruano Jaime Bayly, entre otros.
La reacción de muchos escritores en el continente fue de estupefacción. La propuesta de la muerte del realismo mágico fue vista como un servilismo a la literatura gringa.
"Lo urbano es el espejismo de una clase que tiene la sartén por el mango, un sector minoritario que en su accionar ha envuelto en un falso canto de sirenas a cientos de campesinos que han llegado a ser crudamente marginales en una ciudad feroz", afirmaba con evidente encono el escritor Luis Sepúlveda, reflejando con ello el sentir de muchos representantes del ámbito literario.
"La verdad es que con toda esa experiencia de McOndo yo opté por no hablar más. No me siento capacitado ni experto como para dar soluciones ni diagnósticos. Muchos siguen en la suya con el realismo mágico y les va excelente. Son muy buenos comerciantes, los felicito y hasta me pueden dar un poco de envidia. Lo que sí creo que está en jaque en la literatura mundial es el tema de las generaciones, de cómo definir a un autor. En un mundo diverso, las conexiones van por lados muy sorpresivos", dice Fuguet.
Lo cierto es que, dado el actual panorama visto en la Feria del Libro de Santiago, los escritores de la región cada vez más presentan tópicos universales. "Pienso que en algo le achuntamos", comenta el escritor, "pero creo que sólo le pusimos un nombre a algo que ya estaba existiendo, y sobre esto me gustaría dejar claro que tal vez ese nombre no era el correcto. Pero fue sólo un título a algo que nos parecía diverso, hiperrealista y contemporáneo. Tampoco dijimos si eso era bueno o malo, simplemente dijimos esto es lo que está haciéndose aquí. La literatura tiene que quebrar ideas, abrir puertas, más que cerrarlas".
Aquí no se salva nadie
Rafael Gumucio: Creo que los antologadores inventaron un buen concepto de agencia de publicidad. En realidad, es un intento de desmarcarse de Estados Unidos, donde todavía creen que vivimos en el realismo mágico, pero para Latinoamérica no fue una novedad. Ahora, el boom también fue una operación de marketing, pero la diferencia es que de McOndo no salió un Gabriel García Márquez.
Gonzalo Contreras: La antología no marca un antes y un después, como si fuese una especie de frontera del realismo mágico, porque había mucha literatura en esos años, como mi caso, que no escribíamos bajo la cuerda de este movimiento. Creo que se hizo mucho caudal con McOndo; ahora, lo que ocurre es la inclinación de esos autores hacia la literatura norteamericana, y ése es el ángulo.
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