El Cultural abunda en la extraña personalidad del escritor japonés, esquivo a las entrevistas y aficionado a correr diez kilómetros diarios de buena mañana y a competir en maratones por todo el mundo de forma más o menos anónima. Respecto a la novela, la periodita la resume así: "Es misterio, sexo, aventura, dolor, sueños, fantasmas, imposible amor. Puro Murakami".
En los párrafos siguientes, rescata declaraciones del autor acerca de las claves del relato, el pretendido complejo de Edipo presente en la narración y otras curiosidades.
"El mito de Edipo -explica Murakami- es sólo uno de los temas de la novela, y no necesariamente el elemento central. Desde el principio planeé escribir sobre un quinceañero que huye de su siniestro padre y comienza un viaje en busca de su madre, lo que naturalmente tiene mucho que ver con el mito de Edipo. Pero, como le decía, yo no tenía ese mito en la cabeza desde el principio, aunque los mitos estén en el origen de todas las historias. Cuando escribimos un relato no podemos evitar que esté relacionado con toda clase de mitos, que son una suerte de depósito en el que están todas las historias"
"Kafka en la orilla, por Haruki Murakami
[...] Como dormía, me he perdido el instante en que el autocar ha cruzado el enorme puente que cuelga sobre el mar Interior. Me hacíamucha ilusión contemplar con mis propios ojos ese gran puente que sólo había visto en los mapas. Ahora alguien me despierta dándome unos suaves golpecitos en el hombro.
-¡Eh! ¡Ya hemos llegado! -exclama ella. Me desperezo en mi asiento, me froto los ojos con el dorso de la mano y, luego, miro al otro lado de la ventana. En efecto, el autocar está detenido en lo que parece la plaza de delante de la estación. La luz de la mañana inunda los alrededores. Es una luz cegadora pero dulce. Ofrece una impresión un poco distinta a la de Tokio. Miro mi reloj de pulsera. Son las seis y treinta y dos minutos.
Ella me dice con voz cansada:
- ¡Uff! ¡Qué viaje tan largo! Estoy molida. Me duele el cuello. En mi vida volveré a coger un autocar nocturno. La próxima vez vendré en avión, aunque sea un poco más caro. Haya turbulencias o secuestros, yo, de aquí en adelante, en avión.
Bajo su maleta y mi mochila del compartimento de equipajes que está sobre los asientos.
- ¿Cómo te llamas? -le pregunto.
- ¿Yo?
- Sí.
- Sakura -responde ella-. ¿Y tú?
- Kafka Tamura -digo yo.
- Kafka Tamura -repite Sakura-. ¡Qué nombre tan extraño! Es fácil de recordar.
Asiento. No es fácil convertirse en otra persona. Pero sí tomar un nombre distinto.
Al bajar del autocar, ella deposita su maleta en el suelo, se sienta encima, saca una libreta del bolsillo de la pequeña mochila que lleva colgada a la espalda y garabatea algo en una página con un bolígrafo. Arranca la hoja y me la da. En ella hay apuntado lo que parece un número de teléfono.
- Es mi número de móvil -dice ella haciendo una mueca-.
De momento voy a alojarme en casa de mi amiga, pero si te apetece ver a alguien, llámame. Podemos comer juntos si quieres. No admito cumplidos. Ya sabes, -aun el encuentro más casual...-. Se dice así, ¿no?
- ¿...está predestinado? -concluyo.
- Eso, eso -dice ella-. ¿Y qué significa?
- La predestinación. Que ni siquiera las cosas más triviales suceden por casualidad. [...]"
Extraido desde "Esto es Brooklyn!"
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