Jonathan Franzen. Fuente: bookpeople
Jonathan Franzen, más conocido como El Escritor Que Le Dijo No A Ophra, ha sido entrevistado en el Corriere della Sera por Alessandra Farkas y en el ADN cultural transcriben las opiniones contundentes del autor de Las correcciones.
Cito desde la traducción del ADN:
"En 2001 Jonathan Franzen ganó el prestigioso National Book Award con Las correcciones , el best seller que imprevistamente lo hizo rico y famoso, después de años de oscuridad. Seis años más tarde, a los 48 años, el autor de Zona templada y Cómo estar solo es considerado una de las voces más importantes e innovadoras de la literatura estadounidense contemporánea.
El mes pasado, cuando regresó como huésped del National Book Award, los periódicos estadounidenses han citado su nombre junto a los de gigantes la literatura estadounidense como Toni Morrison y Joan Didion. "Es difícil hablar de premios sin recordar el año en que uno era el centro de atención", dice Franzen al Corriere, sentado en la sala sobria y austera de su elegante departamento en el Upper East Side de Manhattan, colmado de libros y de obras de arte modernas.
"Un maldito blogger me arruinó la velada del Book Award, blandiendo un micrófono ante mi cara y ametrallándome con preguntas vulgares." La proliferación de los blogs literarios: ese fenómeno, según él, es el verdadero enemigo de la cultura. "Lamento la falta de los críticos literarios tradicionales, que actuaban como filtro para descubrir libros de verdadero valor. Es mucho mejor tener 50 inflexibles críticos de esa clase -explica- que tener 500 mil gritones incompetentes."
Sin embargo, precisamente una crítica literaria "a la antigua usanza", la influyente Michiko Kakutani, de The New York Times, se cuenta entre sus acérrimos enemigos, ya que regularmente se dedica a censurar cada nuevo esfuerzo del autor. "Es la George Bush de los críticos -ironiza- destruye todo lo que no entiende, que es la mayor parte de lo que lee. Ejerce una influencia deletérea sobre la literatura estadounidense porque es una moralista infantil y carente de sentido del humor, que ve el mundo en blanco y negro."
Franzen y Kakutani están de acuerdo en una sola cosa: en su pobre opinión sobre Philip Roth. "También yo detesto al autor de Pastoral americana , porque de hecho no es un escritor de talento. En sus libros habla mucho de sí mismo, ya que en realidad no tiene nada más que contar." Para su profunda antipatía, Franzen reconoce tener también "motivos personales, que sin embargo no quiero discutir".
"No es verdad, como sostiene Kakutani, que Roth sea un misógino -agrega-. Exceptuando a sí mismo y a su padre, odia democráticamente a todos, hombres y mujeres, ancianos y niños. En vez de pensar de manera obsesiva en ganar el Nobel, tendría que preocuparse por escribir mejores libros." En cambio, Norman Mailer era de un material completamente diferente. "Una pérdida incalculable para la literatura. Al contrario de Roth, Mailer tenía corazón y una mente generosa, apasionada, insaciable e inquisitiva. Su muerte deja un vacío imposible de llenar: ninguno tiene la estatura suficiente para reemplazarlo."
Y sin embargo, incluso el enorme Mailer tenía un talón de Aquiles: su búsqueda obsesiva de "la gran novela americana", que persiguió como una suerte de Santo Grial hasta su muerte. "Mailer codiciaba los deslumbrantes reflectores que habían iluminado el camino de Capote y Hemingway y eso provocó cierto elemento de distracción en su arte. Pero en su interior sabía muy bien que las grandes obras de la literatura nacen en el aislamiento creativo de una habitación, y no bajo los flashes de la vida mundana."
-¿También él está en la búsqueda de la gran novela americana?
-No me gusta ver la palabra "americana" en un título. Ese adjetivo expresa una presunción egocéntrica y autorreferencial muy querida para alguien como Roth, que tiene el vicio de abusar del término "América" y "americano" en sus títulos. Para mí la gran novela no reconoce fronteras nacionales y nace siempre de profundas crisis personales que contribuyen a que uno pueda entender la tragedia colectiva. Como lo hace el premio Nobel Kenzaburo Oé en Una cuestión personal , una de las novelas más sublimes de la posguerra.
La literatura japonesa no es la única privilegiada que colma sus anaqueles, donde la poesía de Eugenio Montale y las novelas de Calvino, Chejov y Dostoievski se codean con los clásicos de la literatura alemana, desde Thomas Mann hasta Franz Kafka, su gran pasión. "Decidí convertirme en escritor después de pasar dos años en Alemania, cuando tenía 20 años, dice Franzen. En Estados Unidos, yo era un ´traga , en Europa era un intelectual. Ser estimado por los mismos motivos que en mi patria me habían transformado en un paria fue una experiencia muy excitante y liberadora."
Sólo "de grande" entendió la verdadera diferencia, para un escritor, entre los Estados Unidos y Europa. "Los europeos tienen el mito del literato ´monstruo sagrado , y conciencia de nación, al estilo de Günter Grass y Michel Houellebecq. Entre nosotros, solo se es famoso cuando se puede exigir una bolsa de dinero al editor, como es el caso de Stephen King, o un entertainer fotogénico y desenfadado que todo el país adora."
Justamente gracias a una entertainer , la reina del espectáculo estadounidense Oprah Winfrey, en 2001 Franzen se convirtió en una suerte de ícono pop . Winfrey había nominado su libro Las correcciones en su poderosísimo Book Club, y lo anuló luego de que Franzen la criticó afirmando que era de "las ligas inferiores". "La influencia, antes ilimitada, de Oprah en el mundo editorial estadounidense, está disminuyendo -opina el escritor-. La señora es un verdadero genio para manipular los medios masivos de comunicación en una nación evangélica como la nuestra, extremadamente susceptible a los líderes carismáticos que se venden como maestros religiosos."
Pero a Franzen ni se le ocurre irse a vivir a la vieja Europa. "Me gusta el hecho de que aquí los escritores no se toman en serio -afirma-. En Europa no habría podido prestar mi voz y mi imagen a un episodio de los Simpson, junto a Tom Wolfe, Gore Vidal, Michael Chabon y Thomas Pynchon, quien se puso una bolsa de papel en la cabeza, para ironizar así su legendaria elusividad. Nos divertimos mucho."
Pero existen también otros motivos que lo mantienen lejos de Europa. "Entre nosotros, el gobierno no otorga subsidios ni asignaciones y eso nos obliga a comunicarnos realmente con el público. Así como en el año 30 después de Cristo había que estar en Roma y en 1920 había que estar en Mitteleuropa , hoy el sueño de todos los escritores es Estados Unidos."
-¿Y qué le parece el hecho de que los Estados Unidos sean ahora un imperio en decadencia?
-Irrelevante. Justamente es en los momentos de crisis cuando nace la verdadera literatura. Pienso en Austria a principios del siglo XX: Karl Kraus, Arthur Schnitzler, Hugo von Hofmannsthal, Sigmund Freud, Franz Kafka, Rainer Maria Rilke, Joseph Roth. Una década en la que los frutos maduras cayeron del árbol sin pulverizarse contra el suelo."
-¿Por qué ahora no hay más escritores "genios" en los Estados Unidos?
-A decir verdad, recibo muchos libros buenísimos de autores jóvenes. Me gustan mucho Joshua Ferrir, nominado para el National Book Award y Charles Bock, autor de Beautiful Children . Estimo a Keith Gessen, Denis Johnson y Lydia Davis. Es cierto que las mejores obras se escriben entre los 30 y los 40 años porque a los 20 todavía falta experiencia. Mi preocupación es que los jóvenes de hoy no tienen la misma capacidad lingüística que antes, dado que nuestra cultura cada vez tiene menos que ver con la escritura.
-¿Su próximo libro?
- Zona templada se publicó en 2006, por lo que todavía me quedan dos años de gracia antes de abocarme otra vez al trabajo. Habitualmente, cada libro mío tiene una gestación de años. Siete en el caso de Ciudad veintisiete, casi diez en el caso de Las correcciones . Pero al final la verdadera obra, en sí misma, la escribo en pocos meses. Me entierro vivo en mi casa. Desafortunadamente, mi estilo de trabajo es por completo ineficaz.
En realidad Franzen todavía no ha decidido si su próxima obra será una memoir o una obra de ficción. "Si estuviera en condiciones de decir qué clase de libro será antes de haberlo escrito, no valdría la pena empezarlo. Para mí, cada nueva obra debe ser una aventura total y un riesgo completo. De otro modo no me interesa. Y gracias al cielo, puedo demorar incluso veinte años, ya que tengo el mejor editor de los Estados Unidos."
A la espera de la próxima "gran obra", Franzen se deleita traduciendo del alemán, idioma que habla con fluidez. En septiembre se ha ocupado de una nueva traducción al inglés de Despertar de primavera , la pieza teatral de Frank Wedekind, puesta en escena actualmente en Broadway bajo la forma de musical rock . "Los productores de Broadway han masacrado el original -se lamenta-. Tal como lo han hecho algunos directores teatrales europeos a los que les gusta quitar toda verdad de los clásicos, para reemplazarlas por mentiras contemporáneas."
Rafael Gumucio. Foto: Carola Delpiano. Fuente: zancada.com
"Rafael Gumucio hace en la Revista de Libros una exploración hombre-dentro y describe su complicado año literario 2007 que incluye una mención al Moleskine Literario. Por cierto, Rafael, más allá de las diferencias en la lectura de Sebald debo decirte que en Moleskine Literario esperamos ansiosamente la llegada de tu próxima novela. ¡Ningún niño viene sin pan bajo el brazo! Mucha suerte en el 2008.
Dice Gumucio:
"Viciosamente, empecé a escribir ya no para comprender, o disfrutar, sino para enfrentarme con esos fantasmas que me mordían, pero que me acompañaban, que me saboteaban, pero al menos se preocupaban por mí. La literatura, mi literatura, la opinión de mis amigos, de mi esposa, de mis hermanos, Bolaño, la moda intercultural, los siempre tan bien portados jóvenes escritores sudamericanos, los Moleskines literarios. Envidioso, afiebrado, sordo y ciego, pasé por alto el embarazo de mi mujer, el nacimiento de mi hija, preocupado al mismo tiempo de nutrir y abortar mi propio criatura, de dar vida y matar, de mostrarme y esconderme para no admitir ese miedo a publicar, a exponerse sin máscaras, del que tanto me había burlado en mis mayores de la generación justo anterior a la mía.Incapaz de avanzar no me quedó otra que retroceder. Busqué entre mis papeles, entre mis libros, pero no encontré respuestas. (...)
Nació mi hija, aterrado por la pobreza posible volví a andar en micro. Todo un mundo que conocía, el de las calles de Santiago, el de mi propio tiempo sin apuros, sin escape, se me hizo patente. Recordé lo que sabía cuando empecé a escribir -cuando no conocía a los editores de Barcelona-: sólo yo puedo contar mi soledad en la multitud del paseo Ahumada. El verdadero trabajo literario no se mide en horas frente al computador, sino en ese enfrentamiento con esa parte de tu intimidad y la del país que es tan íntima que hasta tú desconoces, con ese temblor que seria más fácil pasar por alto, pero que cuentas, que con urgencia tienes que contar para separarlo de ti, para hacerlo objeto, mercancía, es decir olvido.Luego vino Sciascia y Lampedusa escribiendo sobre Stendhal, y Chesterton escribiendo sobre Dickens, recordándome al pasar, como si fuese lo más natural del mundo, que un buen libro es Algo que se convierte en Alguien. Un objeto que respira como una persona, una persona que sólo es querible, soportable cuando no es consistente, cuando no sabe, cuando se contradice, cuando lo intenta y no cuando lo logra. Esa persona sé, ahora al comenzar 2008, es lo que tengo que intentar ser totalmente para escribirla después. Mi novela, ésta y las que vendrán tienen que respirar antes de hablar y hablar sólo para respirar. El intento contrario, sé ahora, el escribir para ser, fue mi gran error del 2007."
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