Lo interesante de Dylan es que probablemente sea el único integrante de su generación -la generación que apuntaló las vigas maestras del rock sobre el fértil terreno que le habían dejado los nombres ancestrales del asunto- que ha envejecido con todas las de la ley. Es decir: mientras Mick Jagger, Paul McCartney y Pete Townshend se ven obligados como zombies de su propio destino a seguir revisitando nostálgicos el pasado de su catálogo para justificar el precio de una entrada en vivo, Dylan, lejos de negar el tiempo transcurrido, lo afirma y lo reconoce. Lo importante no es que Dylan cumpla 60 años. Lo importantes es que a Dylan se le noten en cuerpo, alma y obra todos y cada uno de esos 60 años.
En 1997, Dylan hizo/volvió a hacer algo auténticamente revolucionario. Luego de encerrarse en su granja de Minnesota, ser aislado por una bestial nevada que lo obligó a escribir canciones nuevas para matar el rato, volver a la ciudad para casi morirse de una infección cardíaca y decir que casi fui a ver a Elvis, sacó un disco titulado Time Out of Mind. El que ese disco lo devolviera a los primeros puestos de ventas, recuperara la admiración de críticos que analizan cada gesto del artista como si se trataran de profecías bíblicas, le ganara el respeto de toda una nueva generación de músicos y varios de los más importantes premios de la industria, fue importante, fue buena nueva. pero no fue lo verdaderamente trascendente. Lo revolucionario fue que Time Out of Mind, su última grabación hasta la fecha a la que puede agregársele la canción Things Have Changed que compuso para una película (Wonder Boys, mal traducida como Un fin de semana de locura) a modo de coda, fue el primer disco de rock geriátrico de la historia. Canciones sobre la vejez cantadas por un viejo que lejos estaba de sentirse por siempre joven. Allí, en once formidables tracks, Dylan empezaba cantando que estaba asqueado del amor, admitía que no está oscuro todavía, pero falta poco y cerraba el asunto con diecisiete minutos donde narraba la lenta caminata de un tipo normal -él?- al que no le pasaba nada demasiado importante salvo el hecho de seguir caminando.
Time Out of Mind que fue la viga maestra de una estructura que había empezado a construir durante los 90 a partir de la grabación de dos excelentes álbumes de temas tradicionales reescritos: Good As I' ve Been to You y World Gone Wrong? fue grabado por Dylan para poner las cosas en su lugar, para que no hubiera confusiones. Una manera de decir: de acuerdo, soy grande; pero también estoy grande.
En fin. Más de Bob según Fresán por aquí y en cada libro de Rodrigo Fresán, Jardines de Kensington o Mantra, sin ir más lejos.
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