Ir al contenido principal

Woody by Fuguet

woody


Cuando leí el sábado el titular de la entrevista sentí que Fuguet estaba cumpliendo un sueño, uno que yo también tengo: una conversa con Woody. Es bueno recordar que esa utopía fuguetiana está presente en el cuento final de "Sobredosis". En fin, Voy a dejar acá esta entrevista publicada en El Mercurio que aunque fue por teléfono logra transmitir el calor de la conversa con un grande:

"-This is Sara, from Woody Allen­ me dice Sara, de Woody Allen Productions­. Are you ready? ¿Estás listo? ¿Estaré listo? ¿Puede uno estar listo para entrevistar (conversar, ojalá conversar) con Woody Allen? Me dan ganas de decirle que no, que no estoy listo, que nunca lo estaré. ¿Cómo puedo estarlo? Pero de pronto pienso que, mal que mal, he visto todas sus películas. Varias veces. Más de lo recomendable, quizás. Soy de aquellos que, si aparece una película de Woody Allen en el cable, no me importa cuál, me quedo pegado y la veo hasta el final. Desde Dos extraños amantes, he visto todas sus películas en el más estricto y riguroso orden: una al año, en orden de aparición. Creo que la peor película de Woody Allen es infinitamente superior que la mejor película de muchos realizadores. Sombras y niebla, la que menos me gusta, dejaría a cualquier cineasta latinoamericano orgulloso y mareado. Minutos antes que suene el teléfono, Margarita Ortega, mi productora en Cinépata, me pregunta, de pasada, así a la rápida, si estoy nervioso. Basta que me digan eso para darme cuenta de que sí, que lo estoy, y que tal como en Hollywood Endings: La mirada de los otros, la comedia en que Woody Allen pierde la vista ante el pánico de volver a rodar una película después de mucho tiempo, acabo por sicosomatizar y capto que no tengo voz. Estoy prácticamente afónico.

­¿Es tu director favorito?­ me pregunta.

­No sé. Uno tiene tantos directores favoritos.

¿Quién tiene tantas obras maestras en
su currículum? Annie Hall, Interiores, Manhattan, Zelig, Hannah y sus hermanas, Crímenes y pecados y, ahora, Match Point. Y esas son aquellas que no merecen discusión. Porque La otra mujer también podría estar ahí (en rigor, debe estar ahí) y, quizás, por qué no, Maridos y esposas.

­¿Hay té? ¿Hay miel? No puedo hablar.

Entonces suena el teléfono y la secretaria me dice:

­Te llaman de Estados Unidos. Alguien que habla en inglés. No entiendo.

Atiendo.

­Hi, this is Sara from Woody Allen. Are you ready?

Estoy ready. Listo. Partamos:

­Mr. Allen. Greetings from Santiago.

­My pleasure, good afternoon.

­This is an honor­ le digo­. He visto todas sus películas. Desde chico.

­Thank you. Eres muy gentil. Y paciente.

Woody Allen habla exactamente como Woody Allen. Habla exactamente como en todas sus películas. Basta estar con él, estar telefónicamente con él, digo, para que todas esas películas, y todos esos recuerdos, y todos esos momentos gloriosos, regresen a uno. Y todo por una voz. Esa voz. La voz tartamuda, levemente gangosa, con ese viejo acento de Brooklyn con remanentes de yiddish. Una voz, además, más calmada que en sus películas, casi en tono menor.

Dicen que cuando alguien pierde uno de los cinco sentidos, los otros cuatro se potencian. Siento eso. Lamento que la entrevista sea por teléfono, pero pienso: mejor esto que nada. Sé que, después de colgar, seré otra persona. Sé que, a la noche, hablaré con mucha gente y le escribiré a otros tantos, contándoles que durante la tarde estuve cerca de la inmortalidad. Durante la tarde, escribiré, estuve charlando, por teléfono, con nada menos que Woody Allen, alguien que, sin lugar a dudas, es un ícono del siglo XX y, ahora, a los 70, y en un siglo nuevo, se ha reinventado con un nuevo telón de fondo. Match Point, suerte de Crímenes y pecados sin los pecados ni los chistes ni la piedad, lo tiene de vuelta, pero lo cierto es que nunca se ha ido.

Le pregunto si está contento con su nueva película. Me dice que sí.

­La verdad es que me tiene muy contento. Son tan pocas las películas que he realizado que me han dejado contento que la verdad es que sí. Esta me gusta, creo que quedó bien.

Yo pienso: quedó increíble. Te destroza, te hipnotiza, te hace dudar de los seres humanos y, a la vez, como en Dostoyesvski, te hace apostar por un héroe que no tiene nada de heroico. Paso entonces a la pregunta cliché, la que todos, sin duda, le han preguntado desde que Match Point ganó 6­0, 6­0, 6­0, sin siquiera participar, el último festival de Cannes: curioso que alguien tan asociado a Nueva York filme una historia no sólo ambientada en Londres, sino una historia inglesa.

­Me gusta mucho Londres, tal como París. Son las únicas ciudades que realmente conozco. A las que siempre regreso. Regreso a ellas porque las conozco. No me gusta viajar y no me gusta ir a sitios que no conozco. Londres se parece mucho a Nueva York y, por lo tanto, me siento
muy cómodo.

­Sí, pero aún así, se requiere de muchas agallas para plantear una historia en un sitio que, por muy conocido que le sea, es otro país. Otra cultura.

­Es que tampoco tuve mucha oportunidad. No es que lo haya planeado. De hecho, la primera versión de Match Point transcurría en Manhattan y sus alrededores. Pero lo que pasa es que a mí no me ha ido tan bien. Ya no consigo financiamiento acá. Entonces se dio esta oportunidad y la tomé. La verdad es que no fue tanto una elección, sino una imposición. O aceptaba el dinero extranjero o no podía seguir filmando. Las cosas se dieron así. La verdad es que quedé contento con Londres. Mi nueva película también la rodé allá y fue un rodaje muy agradable.

Está claro, le digo, que sabe que tiene sus seguidores, para no decir fans, en Europa. Sobre todo en Francia. ¿Sabía que acá también es un ícono? ¿Sabía, por ejemplo, que en Buenos Aires Ud. es Dios? ¿Que Match Point se ha estado exhibiendo a tablero vuelto en Argentina y ya ha obtenido más de 300 mil espectadores?

­No, no. No lo sabía. Alguien una vez me comentó que mis películas funcionaban allá abajo, pero lo cierto es que no conozco por allá y no creo que conozca.

­¿Por qué? Nunca se sabe. Con lo reconocido y admirado, a lo mejor alguien le financiaría un filme en Chile o en Argentina.

­No­ me responde tajante­. Nunca iré a Sudamérica. No conozco Sudamérica. Además, está muy lejos. ¿Cuántas horas de vuelo?

­Unas once o doce.

­Es mucho tiempo. Además, me saldría muy caro. Viajo con toda mi familia y somos muchos. Londres está mucho más cerca.

Decido insistir con el tema sudamericano. Algo de trivia. Me queda poco tiempo. No he preguntado nada de lo que deseo preguntar, esto se está volviendo una conversación, no una entrevista para promocionar Match Point, que es el acuerdo que, seguro, se ha llegado, pero nada, ya llegaré al tema de película en sí.

­Quiero hablar de Melinda y Melinda. Es una estupidez, lo sé, pero creo que, en toda su filmografía, la única referencia a Chile es en Melinda y Melinda. A Will Farrell se le quema el chilean sea bass. ¿Ud come congrio chileno?

­Por supuesto. En todos los restaurantes buenos, los mozos te bombardean ofreciéndote congrio chileno. Se ha vuelto una cosa de moda.

­Por lo tanto, cuando estaba escribiendo y necesitaba un pescado, se le vino a la mente el congrio chileno.

­Sí, no me acuerdo. Quizás el día antes comí eso, no sé. Pero el congrio chileno está muy de moda, es algo que esos personajes comerían. Quizás no comerían otra cosa porque eso es lo que esa gente, gente ilustrada de acá de Manhattan, come. Más que una obsesión con el pescado chileno, es un deseo de captar un cierto mundo.

­Hablando de mundo: ¿cuán conectado está con el mundo? El mito dice que muy poco.

­No es un mito. Estoy muy poco conectado. Me interesa poco el mundo.

­¿Y la cultura pop?

­Estoy muy desconectado.

­¿Pero sabe quién es Daniel Johnston?

­Sí, pero no tenía idea quién era hasta que el director del documental se acercó a mí. Me interesó el caso, me mostró material y me gustó lo que estaba haciendo. Así que, gustosamente, le pasé los derechos de Broadway Danny Rose.

­¿Y qué le parece Daniel Johnston como músico?

­Me parece que no posee ningún talento redentor. Me parece que es una persona enferma. Pero el documental está muy bueno.

­O sea, vive una vida más bien desenchufadaÉ

­Vivo una vida muy aislada y tranquila y de hábitos. Veo televisión, pero
sólo deportes y noticias. Veo muy pocas películas.

­¿Y cómo elige esas película? ¿Cómo sabe qué existen, que se estrenaron? ¿Lee a ciertos críticos? ¿Está suscrito a The New Yorker?

­No leo a los críticos.

­¿Entonces cómo sabe qué están dando?

­Es que no veo las películas en el cine.

­¿Es fanático del dvd? ¿Tiene una colección muy grande? ¿Le baja la tentación y se larga a comprar discos de The Criterion Collection?

­No tengo dvds ni video. Veo las películas en mi sala de proyección. Tengo un microcine en mi oficina. Veo las películas en 35mm. Hay estudios y amigos directores que me las prestan. Son muy amables.

­¿Pero cómo se entera de que estas películas existen?

­Por amigos o conocidos. Durante los rodajes el equipo me comenta qué películas le ha llamado la atención o qué debo ver. En todo caso, tampoco veo tantas. De chico y de joven veía mucho.

­A ver... entonces cómo elige a sus actores. Siempre está trabajando con los mejores y con aquellos que están en la cúspide de sus carreras.

­Tengo una gran directora de casting. Ella sabe mis gustos. Ella ve todo. Sabe lo que está pasando, está muy al día. Yo no sé nada y, la verdad, me gusta que sea así. Yo sólo quiero escribir mi guión y dirigir mi película.

­Una al año.

­Cada otoño, sí.

De pronto, Sara regresa al fono. Ultima pregunta, dice, con voz firme, seca, cortante. ¿Cómo sigo? ¿Qué pregunto?

­Mr. Allen. ¿En qué momento dejó de filmar sus guiones y se sintió un director de verdad?

­Con Interiores.

­Cuando debutó, ¿nunca le dio miedo que le quitaran la película? ¿Que hablaran detrás suyo en el set? Mal que mal, era un actor, un comediante.

­Para mi debut, todos me decían: no te da nervios estar gastando un millón de dólares de dinero ajeno. Pero no, nunca tuve nervios.

­¿Qué le daba esa confianza?

­Haber escrito el guión. Por eso siempre filmo guiones míos. Me insegurizaría dirigir guiones ajenos, pero cuando uno escribe la película, la tienes en la cabeza, y ni la persona más cercana o poderosa del set la puede tener tan clara como tú.

­Un debutante debería ser guionista, entonces.

­Todos deberían escribir sus películas. Sino simplemente eres un director de comerciales, no un cineasta.

Sara vuelve a interrumpir.

­I have to go. Me están haciendo señas ­ me dice Woody.

­Una más: ¿cuál es la tipografía de los títulos de todas sus películas?

­Windsor EF Light. Condensed.

­Gracias.

­No, gracias a ti.

­No ­le insisto­, gracias por todas sus películas. De verdad. No tiene ni idea lo que usted significa para mí.

Entonces siento que esto no corresponde, que me salí de los límites de lo periodístico y entré al terreno que ronda lo groupie con lo patético. Pero lo que más siento es emoción y gratitud. ¿Existiría Nueva York si no hubieran existido sus películas? Woody Allen ha estado siempre cerca de mí cuando otra gente no lo ha estado, pienso. En treinta años, uno ha pasado por decenas de sitios, trabajos y personas, pero las películas de Woody Allen siempre han estado ahí.

­De nada. Para eso las hago: para que las recuerden.

Cuelgo.

Llego a mi casa y veo mi afiche de Interiores. Recuerdo la pregunta que me hizo mi productora. Ya sé la respuesta. Un gran director no es aquel que hace las mejores películas, es aquel que ha creado un mundo en el cual te sientes cómodo.

Creo que ya sé quién es mi director

Alberto Fuguet."

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El Nuevo Coloso, de Benjamin Sachs

"Como todos los lectores saben, El nuevo coloso es una novela histórica, un libro meticulosamente documentado situado en América entre 1876 y 1890 y basado en hechos reales. La mayoría de los personajes son seres que vivieron realmente en esa época, e incluso cuando los personajes son imaginarios, no son tanto inventos como préstamos, figuras robadas de las páginas de otras novelas. Por lo demás, todos los hechos son verdaderos -verdaderos en el sentido de que siguen el hilo de la historia- y en aquellos lugares en los que eso no queda claro, no hay ninguna manipulación de las leyes de la probabilidad. Todo parece verosímil, real, incluso banal por lo preciso de su descripción, y sin embargo Sachs sorprende al lector continuamente, mezclando tantos géneros y estilos para contar su historia que el libro empieza a parecer una máquina de juego, un fabuloso artefacto con luces parpadeantes y noventa y ocho efectos sonoros diferentes. De capítulo en capítulo, va saltando de la narració

Tony Montana

  "¿Qué miran? Son todos unos imbéciles. ¿Saben por qué? No tienen los huevos para ser lo que quieren ser. Necesitan gente como yo. Necesitan gente como yo para poder señalarla con sus putos dedos y decir 'ese es el malo'. ¿Y eso qué los hace? ¿Buenos? Ustedes no son buenos. Sólo saben cómo esconderse, cómo mentir. Yo no tengo ese problema. Yo siempre digo la verdad... incluso cuando miento." Tony Montana,  Scarface  (1983)

Una oración muy muy larga o Aquí no hay punto aparte?

La columna es del NYT: "“No book worth its salt is meant to put you to sleep,” says the garrulous shoemaker who narrates the Czech novelist Bohumil Hrabal’s “Dancing Lessons for the Advanced in Age” (1964), “it’s meant to make you jump out of bed in your underwear and run and beat the author’s brains out.” Thirty-three pages into what appears to be an unbroken highway of text, the reader might well wonder if that’s a mission statement or an invitation. “Dancing Lessons” unfurls as a single, sometimes maddening sentence that ends after 117 pages without a period, giving the impression that the opinionated, randy old cobbler will go on jawing ad infinitum. But the gambit works. His exuberant ramblings gain a propulsion that would be lost if the comma splices were curbed, the phrases divided into sentences. And there’s something about that slab of wordage that carries the eye forward, promising an intensity simply unattainable by your regularly punctuated novel. Hrabal wasn’t th