Ir al contenido principal

Auster & Vila-Matas


Dos de mis escritores favoritos, y muy citados en este blog, se reunieron en Nueva York para una lectura conjunta, a propósito de la traducción al inglés de libros del catalán, en el Cervantes Institute. Hay versión disponible en video y esta es la nota de Idoya Noain para el diario electrónico catalán El periódico:

"Quizá es casualidad pero, ¿por qué no pensar que tras el azar hay más? El jueves, por primera vez en sus vidas, dos creadores literarios que hacen imposible no amar y admirar la literatura se encuentran frente a frente. Llegan temprano a su cita en el Instituto Cervantes en Nueva York. Y mirarlos obliga a sonreír: los dos llevan camisa oscura, pantalón negro y chaqueta negra --uno americana de traje y otro deportiva--. Y en sus pies, como si no los separara un océano, como si hubieran ido juntos de compras, lucen zapatos, si no idénticos, imposibles de distinguir.
La edición en Estados Unidos de dos libros de Enrique Vila-Matas --traducidos al inglés en un país que casi no traduce-- ha sido la excusa perfecta para organizar una lectura conjunta con Paul Auster, con quien comparte editorial en EEUU y en España y una vital experiencia de paso por París que les ha dado el francés como herramienta de comunicación. Pero antes de explicarse en el abarrotado auditorio del Cervantes, participan en un diálogo abierto ante dos periodistas, una conversación donde queda claro que los límites entre realidad y ficción son tan difíciles de discernir como el origen de las aguas en el preciso momento en que un río desemboca en el mar.

La huida imposible
"A veces me he encontrado con alguien en la calle que me ha dicho cuánto le ha gustado un pasaje de mi libro --explica Vila-Matas--. He vuelto a casa, he cogido el libro por esa página y he empezado a leerla intentando pensar como si fuera esa otra persona. Lo conseguía al principio, pero a mitad de página me daba cuenta de que lo estaba leyendo otra vez como yo mismo".
Auster coincide. "Cada vez que intentas alejarte de ti mismo acabas encontrándote contigo al final".
Ninguno de los dos escribe pensando en alguien, aunque Auster reconoce que tampoco puede hacerlo para él mismo. "Me dirijo a alguien --dice-- pero no es alguien concreto".
Si el barcelonés escribe para divertirse, el brooklynita --aunque nacido en Nueva Jersey-- lo vive como una aventura, como "el abandono total".
Aparece en la conversación un nombre que los vuelve a vincular y que obliga a derribar barreras entre lo real y lo inventado. Es Sophie Calle, la artista francesa sobre la que se modeló la Maria Turner de Leviatán y que acabó convirtiendo en obras reales las que Auster le había hecho crear sobre el papel. Más de 10 años después de retar a Auster, Calle invitó a Vila-Matas a dictar desde su imaginación su siguiente año de vida. Y la solución que ha encontrado el autor es otra oda a su mente: ha escrito como ficción lo que le ocurrió en realidad con Calle. Jugando con una referencia a Auster, la ha titulado: Porque ella no me lo pidió.
Poco más tarde el auditorio se llena. Hay cola sobre las escaleras. Pocas convocatorias en el Cervantes han tenido tal poder de atracción. Eduardo Lago, director del Instituto y también escritor, no ha podido aguantar el impulso de escribir para escritores y lee una introducción en la que ha jugado con personajes y realidades de sus dos invitados. Empieza el acto.
Vila-Matas lee un texto escrito en homenaje a Auster --que le ha invitado a recorrer hoy Brooklyn de su mano--. Él replica con pasajes de su Cuaderno rojo. Lo hará una segunda vez. Y habrá un pequeño turno de preguntas, donde no faltará quien intente --sin éxito-- impresionar a los talentos. Antes Vila-
Matas habrá vuelto a leer, a hacer posible soñar con un mundo en que las letras, utopía, aplaquen el poder destructor del hombre. "Escribir --dice-- es corregir la vida"."

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El Nuevo Coloso, de Benjamin Sachs

"Como todos los lectores saben, El nuevo coloso es una novela histórica, un libro meticulosamente documentado situado en América entre 1876 y 1890 y basado en hechos reales. La mayoría de los personajes son seres que vivieron realmente en esa época, e incluso cuando los personajes son imaginarios, no son tanto inventos como préstamos, figuras robadas de las páginas de otras novelas. Por lo demás, todos los hechos son verdaderos -verdaderos en el sentido de que siguen el hilo de la historia- y en aquellos lugares en los que eso no queda claro, no hay ninguna manipulación de las leyes de la probabilidad. Todo parece verosímil, real, incluso banal por lo preciso de su descripción, y sin embargo Sachs sorprende al lector continuamente, mezclando tantos géneros y estilos para contar su historia que el libro empieza a parecer una máquina de juego, un fabuloso artefacto con luces parpadeantes y noventa y ocho efectos sonoros diferentes. De capítulo en capítulo, va saltando de la narració

Tony Montana

  "¿Qué miran? Son todos unos imbéciles. ¿Saben por qué? No tienen los huevos para ser lo que quieren ser. Necesitan gente como yo. Necesitan gente como yo para poder señalarla con sus putos dedos y decir 'ese es el malo'. ¿Y eso qué los hace? ¿Buenos? Ustedes no son buenos. Sólo saben cómo esconderse, cómo mentir. Yo no tengo ese problema. Yo siempre digo la verdad... incluso cuando miento." Tony Montana,  Scarface  (1983)

Una oración muy muy larga o Aquí no hay punto aparte?

La columna es del NYT: "“No book worth its salt is meant to put you to sleep,” says the garrulous shoemaker who narrates the Czech novelist Bohumil Hrabal’s “Dancing Lessons for the Advanced in Age” (1964), “it’s meant to make you jump out of bed in your underwear and run and beat the author’s brains out.” Thirty-three pages into what appears to be an unbroken highway of text, the reader might well wonder if that’s a mission statement or an invitation. “Dancing Lessons” unfurls as a single, sometimes maddening sentence that ends after 117 pages without a period, giving the impression that the opinionated, randy old cobbler will go on jawing ad infinitum. But the gambit works. His exuberant ramblings gain a propulsion that would be lost if the comma splices were curbed, the phrases divided into sentences. And there’s something about that slab of wordage that carries the eye forward, promising an intensity simply unattainable by your regularly punctuated novel. Hrabal wasn’t th