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Mel Gibson o el lado oscuro de la fe


Por Pilar Rahola
"Él mismo, con sus manos, según ha explicado, ha matado a unos cuantos corderos para saber como "chillan" antes de morir y cómo son los últimos instantes, el último momento, de la vida.
Lo llama "Pasión", pero los que no pertenecemos a sectas regresivas, ni practicamos una fe preconciliar- que niega cualquier avance de la Iglesia
Católica en los últimos doscientos años: Aquellos, pues que creemos en el entendimiento interreligioso y no en el enfrentamiento, y que no consideramos al The New York Times y el The Angeles Times periódicos anticristianos (calificados así por Gibson, después de haber criticado su película ), en definitiva, los que creemos que Gibson es un fanático obseso y enfermizo, no llamamos pasión a la muerte. Como tampoco llamamos Historia a lo que es simplemente prejuicio, ni fe a la intolerancia.

Lo primero que me atrevo a decir de la película que está inundando a los sectores más "ultras" de la Iglesia americana ( solamente decir que en un Multicine de Dallas han reservado 20 salas a la película); y que promete un resurgir de los instintos más fanáticos, es que no podemos tomarlo en broma. Mel Gibson no ha hecho mucho más de que lo que han hecho, a lo largo de los siglos, los promotores del odio y del enfrentamiento; pero lo ha hecho con la fuerza de su carisma estelar, el poder de Hollywood y una campaña de marketing que para sí habrán deseado los artífices de la Inquisición.

El Presidente de la Antidifamation League, Abraham Forman, ha recordado que habrá más gente que verá esta película en tres meses que la que siguió la pasión durante siglos en Europa. No estamos pues, frente una película más, ni delante de un acontecimiento inofensivo e irrelevante. Nos encontramos delante de una campaña de propaganda intolerante, la manipulación histórica de la cual es tan perversa como perversa es también la finalidad que la inspira: aumentar la fe de la gente, no a través de la experiencia espiritual y la bondad, sino a través del enfrentamiento, el gusto por la sangre y la cultura de la muerte.


lapasion2



Gibson no es un creyente. Gibson es un ideólogo fascista que usa, manipula y abusa de Dios. Primero, el antisemitismo. No entraré en la aberración histórica de la película, aunque la cantidad de especialistas católicos que la han denunciado es muy notable. Lejos del documento Nostra Aetate del Concilio Vaticano II de 1965, en que se repudiaba con contundencia la acusación de "pueblo deicida" que había justificado durante siglos las persecuciones y las matanzas de judíos, Gibson vuelve a planteamientos medievales, de esta manera dibuja masas de judíos enloquecidos que gritan que maten a Jesús, cuando la mayoría de expertos dicen lo contrario: "Jesús fue encarcelado a escondidas, justamente porqué era muy popular", asegura la experta en textos bíblicos Paula Frediksen de Boston.

Incluso la Conferencia Episcopal de Estados Unidos ha repudiado la imagen vacilante y timorata de Pilatos, en la que se lo muestra casi como un servidor de la causa judía. Más cuando, todos los historiadores de la época hablan de un Pilatos sanguinario y cruel, y para eso solamente nos basta una referencia histórica: durante la ocupación se llegaron a crucificar cerca de 300.000 judíos. La escena en que María Magdalena intenta salvar a Jesús, finalmente capturado por el Sanedrín, es literalmente una invención, que no existe en ningún texto. "Nunca hubo muchos judíos chillando -cuenta la experta María Roy-. Solamente los romanos crucificaban, y lo hacían masivamente contra los judíos" y Jesús era judío.

¿Estamos frente un hecho simple de manipulación histórica, como tantos otros que hay en la ficción?. Lo estaríamos si el concepto deicida no hubiese perseguido, torturado y matado todo un pueblo durante siglos. Lo estaríamos sino hubiésemos llegado nunca a la estación final del horror: Auschwitz. Lo estaríamos si , a través de la fe fanatizada, no se hubiese manipulado la sociedad, ni se hubiese alimentado la intolerancia. Lo estaríamos si la historia de persecuciones, en nombre de Dios, no hubiese sido la tragedia que fue. Sin duda, dado el enorme poder que comporta, la película es la mentira antisemita más importante desde los panfletos de Goebbels. Igualmente poderosa, igualmente nociva.

Segundo, la fe. Aun dejando de lado la cuestión antisemita, la película rinde homenaje a lo peor que puede tener la figura de Jesús, dejando de lado las cuestiones vinculadas a la nueva cultura que representó. No podía ser de otra manera de la mano de un personaje retrógrado, vinculado a los sectores más ultraderechistas americanos. Gibson no se interesa por los ideales de libertad que Jesús representó, ni por sus ideas de justicia, enfrentadas al imperio romano opresor, bajo el cual estaba sometido su pueblo.

No le interesan los derechos que formula, ni el respeto por el ser humano, ni la mejora social como necesidad moral. Solamente le interesa la sangre, el chillido el sufrimiento, la locura, la muerte. En consonancia con los sectores religiosos que castigan el placer y aman el dolor, que menosprecian la vida y adoran la muerte, que dejan de lado la justicia terrenal y solamente se interesan por el castigo, la condena y el sacrificio, Mel Gibson construye una apología de la muerte. El Jesús que muere le interesa más que el Jesús que vivió. Estoy segura que algunos sectores del integrismo islámico aplaudirán la película.

Malos augurios. Tiempos de fanatismos retornados, de intolerancias resurgidas, de dioses despóticos, de pueblos condenados, de vuelta a la inteligencia de las cavernas. Malos tiempos para la razón. Malos tiempos para entender las grandes, pesadas y dramáticas lecciones de la historia."
Traducido del catalán por Jaim Grau.
Otra lúcida crítica al artefacto discursivo de Gibson cliqueando aqui
Gentileza de mi amigo Jorge Suez

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