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Carta desde la clandestinidad

Desde Miguel Paz:

Jueves 3 de abril de 2008

Querido hijo:

He decidido enviarte esta carta por correo electrónico debido al apuro. Ya sabes tú cuánto me carga usar el computador, a excepción de cuando juego solitario (lo mejor de ese cacharro), pero la noticia
publicada por El Mostrador esta mañana me tiene aterrada. ¿Que como leí tu diario si no ocupo la computadora? Tu hermana, pues. Ella me llamó para contarme que los vejetes carcamales del Tribunal Constitucional prohibieron la píldora del día después con el voto decisivo del Peta Fernández (recuerdas cuando te decía que el Peta no era de confiar. Ok, es verdad, ningún político es de confiar, pero me estoy yendo para otro lado.

La cosa es que entre las quejas de tu hermana por todas las niñitas que pasan por su consultorio para pedir la pastillita de emergencia y la cara de espanto de la nana cuando le dije que se acaba el sustituto del método yuspe (parece que anoche tuvo un "remember", jejeje), casi no me había percatado de que estos señores del TC, que estoy segurísima les gusta harto el leseo y deben ser "viejos verdes", también van a prohibir la T de cobre; con el aplauso de estos niños de dockers y camisita blanca que se hacen llamar la "Alianza", que de alianza tienen harto poco a no ser por la argolla de matrimonio, la mujer en el gym, sus siete hijos y tres nanas.

Me da un poco de pudor confesártelo a estas alturas del partido pero yo uso el famoso dispositivo intrauterino. Tengo varias amigas que tú conoces, olvídate no te digo quienes son copuchento, que también lo ocupan. Y aunque lo que digan los del Tribunal Corporal afecta sólo a mujeres y jovencitas pobres que no pueden costear métodos de anticoncepción seguros, siento como un deber unirme a ellas para rechazar que unos constitucionalistas de derecho de la Inquisición vengan siquiera a atreverse a decirnos lo que una puede hacer con su cuerpo.

Tu hermana me dice que son tantas las chicas que llegan casi desangradas por abortos caseros al consultorio de la población donde trabaja, que no entiende cómo alguien que representa a la gente del Maule pero vive en La Dehesa, por ejemplo, puede andar sermoneando desde el Senado lo que una hace para evitar embarazarse. Según las estadísticas que me dijo por teléfono tu hermana son como 150 mil los abortos que se hacen anualmente en Chile. Son 1 y medio de cada tres, los hijos nacidos fuera del matrimonio y de esos un número importante que no recuerdo ahora, son guaguitas de niñas que no han cumplido los 18 años.

Con qué cara predican la prohibición quienes pueden comprar la pastilla para sus hijas pelolais después de un ponceo hardcore ¿se dice pelolais y ponceo cierto? Con qué ojos pueden mirar la pobreza a los ojos y dar argumentos jurídicos sobre algo que en verdad no comprenden porque tienen estrechez de mente, de corazón, de piernas al fin y al cabo.

La verdad es que estoy choqueada. Hubiese entendido algo así con Pinochet. Incluso con Aylwin. ¿Pero en los tiempos de la Michelle? No entiendo. Me gustaría escribirle. Invitar a otras mujeres, a tus colegas periodistas, por ejemplo, a que le mandemos cientos, miles de cartas. Para decirle que muchas no votamos por ella para esto.
Que los del TC no están "puro cagando" como dicen los lolos.

Dejo para el final lo urgente. A tu hermana le dejé mis señas por si necesitas verme. He decidido ingresar a la clandestinidad. No vaya a ser que todas las mujeres que usamos la T nos convirtamos en delincuentes peligrosas para la sociedad. Cómo lo haré, dices tú. No lo tengo muy claro. De momento me llevo la biografía no autorizada de la Presidenta, una copia que dejaste en casa de Galimberti y de la Orquesta Roja, y un DVD de La vida de los otros, de donde espero sacar los tips para que no me pille la policía de la moral sexual autorizada.

Se despide, siempre amorosa, desde algún lugar de la selva de Neltume,

Tu madre.


PD: Tu padre, bacheletista a morir, decidió acompañarme.

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