Andrés Gómez, periodista cultural, de los pocos que hay y de los buenos, escribiò el sábado, en el suplemento de La Tercera, una crónica que no sé cómo reproducir acá, dado el formato de esa publicación (papel digital que le llaman). Sólo dejo la ilustración del artículo, muy lograda por cierto. (Un buen ilustrador es requisito indispensable, creo, de un suplemento o revista cultural)
¿Qué dice? Lo que otros no dicen. Que el premio al bueno de Barquero tiene algo de jubilaciòn, su poco de culpa, la buena voluntad de que èl no ha matado a nadie y es comunista, lo que ya es 80% del mérito necesario.
Hay que premiar. Hay que aprender a premiar. Los premios son una fiesta. Si hay algo que los gringos nos enseñan cada año en los oscar, los emmy, los tony, los MTV, es que a celebrar no se improvisa. Allá nadie dice "y ahora, francisca lewin", "no, parece que es blanca lewin", si faltò decir alfredo y la cosa hubiera sido total.
Hay que premiar a los libreros (y los nominados son: Què Leo, Ulises y Metales Pesados), hay que premiar las mejores portadas, las bellas ediciones. La feria del libro de Mapocho debiera ser el momento del año de la fiesta de los libros. Debièsemsos ser recibidos en la entrada por gigantografìas de quienes han muerto el último año en la industria del libro. Premiar a los editores, a los traductores, a los críticos.
Y, por cierto, premiar a los escritores de teatro, poesía, narrativa y ensayo.
Y así todos los años, a fines de octubre.
Sin obligatoria postulación y envío de c vitae. Con un jurado de calidad y no de burocracias gremiales o gubernamentales.
Eso a propòsito del excelente artículo de Andrés Gómez, irreproducible acá, efímero en la red, pero muy lùcido.
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