Martín Amis. Foto: Isabel Fonseca. Fuente: ica.org
La nota es de la imprescindible Moleskine:
Con motivo de la publicación en España de La casa de los encuentros (Anagrama), de Martin Amis, Jesús Ruíz Mantilla entrevista al autor para El País. En España se siente más relajado, dice el periodista, "su aire de gentleman airado se evapora rápido". Así se refirió a sus problemas del últimos año:
Dice Amis:
"Me da pereza volver a explicar estas cosas. Hará cosa de año y medio me hicieron una entrevista después de aquel intento de atentado en aviones. Era la tercera tentativa en un año, querían matar a 3.000 occidentales, los mismos que cayeron en las Torres Gemelas. Vine a decir que urgía tomar medidas contra todo eso, no relajar la guardia en ciertos barrios; pero se malinterpretó, y un profesor empezó a contar que yo lo había escrito en un ensayo hace nada. Es decir, tres mentiras en la primera frase. Lo he mantenido varias veces desde entonces, en muchos sitios; no como una recomendación, sino como una exigencia, y de repente me he convertido en una especie de ser caricaturizado, Martin Amis el racista. Titulares en los que me dicen: “Debería darte vergüenza”. Apareció
en The Guardian, que tiene una tradición… ¿De qué? De piedad multicultural hacia cada etnia que no sea la nuestra, o Estados Unidos, o Israel. Hace poco, en una intervención que tuve en un museo, pregunté al público: “Que levante la mano quien se sienta moralmente superior a los talibanes”. Y más o menos un tercio de los presentes lo hizo. Si no te sientes moralmente superior a los talibanes, que arrojan ácido a la cara de las mujeres, que masacran a niños y perros por la calle, que encierran a sus esposas en sus casas; si no te sientes superior a eso, no te sientes superior por nada. Quien no alzó la mano también se sentía, en lo más profundo; pero esas cosas son las que no nos permite hacer la ortodoxia de esa piedad multicultural, esa pose. Ése es el ethos propio de The Guardian –un periódico en el que colaboro y que es estupendo, con firmas muy buenas–, pero en el que se cree que nadie con piel oscura puede hacer nada malo.
Y si lo hacen es por nuestra culpa. Es la fuerza que va adquiriendo la corrección política, el relativismo en ciertas cosas. Creo que cualquier ideo¬logía lleva algo de violencia dentro, la engendran. O las religiones. ¿Qué son? Nada más que un sistema de creencias que se muestra posibilitado a responder cualquier cosa. Y no existe nada que tenga todas las respuestas, así que los que proponen eso lo convierten en delirio, irracionalidad. No puedes defender cada religión o cada ideología doctrinaria con sentido común, ni con racionalidad. Así que, en algún momento, necesitas los puños para hacerlo. Por eso se vuelven violentos; en cuanto consideras algo sagrado, te topas con violencia para defenderlo."
También se refiere al aporte de su estupenda generación literaria:
"La inmigración en sí misma. Con escritores que vinieron de otras partes, el caso de Salman Rushdie, y no sólo de India, sino de toda la Commonwealth. Llegaron y aportaron color, variedad, libertad. La novela inglesa era muy aburrida, gris, con esas preocupaciones de las clases medias, y de repente irrumpieron ellos con esa magia, esos milagros, y todo lo llenaron de vida. Revitalizaron todo. Necesitábamos a esos novelistas como el comer. Pasó en los años setenta con la literatura hispana, cuando la periferia llega al centro y lo revuelve todo, cuando llegan de las fronteras adentro, con otra sangre."
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