Feliz como cabro chico el 25 de diciembre. Juguete rabioso y nuevo, eléctrico, pero a pilas eveready: Gente muy notable que desconozco (Lanzallamas) ha armado un bello cyber barrio con cosas de bolaño, belano, amalfitano, y todos los chicos que se nos fueron para quedarse, hace cosas de 2 años. Les voy a saquear como condenado porque son textos muy potentes, algunos de ellos, los poemas, bastante inubicables:
"La muerte es un automóvil
La muerte es un automóvil con dos o tres amigos lejanos. Rostros
que no puedo olvidar: cerúleos, fríos, a un paso tan sólo del atardecer.
La muerte es un automóvil en marcha por las avenidas de Ciudad de México
buscando inútilmente tu casa: una estela de carbón, una cola de
carbón, unos dedos de carbón que se hunden en la oscuridad. La muerte
son los labios de R.B. y L.J. en el asiento trasero de un pesero: ahora sé
que de esas avenidas no escapa nadie. Te lo dejo como prenda:
el final de mi infancia.
* * *
En coches perdidos, con dos o tres amigos lejanos, vimos de cerca
a la muerte.
Borrachos y sucios, al despertar, en suburbios pintados de amarillo,
vimos a la Pelona bajo la sombra de un tenderete.
¡Qué clase de duelo es este!, gritó mi amigo.
La vimos desaparecer y aparecer como una estatua griega.
La vimos estirarse.
Pero sobre todo la vimos fundirse con las colinas y el horizonte.
* * *
Cada días los veo, junto a sus motos, en el otro lado del río.
Con buen o mal tiempo ellos siempre están ahí, confabulando
o jugando a ser estatuas. Bajo las nubes y bajo las sombras:
nunca cambian. Esperan y desesperan, dice las viejitas en este lado
del río. Pero se equivocan: nada esperan, su serenidad metálica
es la bandera secreta de su pueblo.
* * *
Volví en sueños al país de la infancia. En el cielo
había una espada azul. Una gran espada azul sobrevolando
los tejados marrones y rojos de Quilpúe.
Entré caminando, con las manos en los bolsillos, y busqué
las viejas películas: el riachuelo, el caballo, la plaza
cubierta de hojas, el porche de mi casa. No vi
a nadie. Hasta el Duque había desaparecido.
De alguna manera intuí que el pueblo había entrado
en una suerte de operación geométrica sin fin. La espada
se reproducía en el cielo mas siempre era una e indivisible.
* * *
Nadie te manda cartas ahora Debajo del faro
en el atardecer Los labios partidos por el viento
Hacia el Este hacen la revolución Un gato
duerme entre tus brazos
A veces eres inmensamente feliz
* * *
No escuches las voces de los amigos muertos, Gaspar
No escuches las voces de los desconocidos que murieron
En veloces atardeceres de ciudades extranjeras
* * *
Colinas sombreadas más allá de tus sueños
Los castillos que sueña el vagabundo
Morir al final de un día cualquiera
Imposible escapar de la violencia
Imposible pensar en otra cosa
Flacos señores alaban poesía y armas
Castillos y pájaros de otra imaginación
Lo que aún no tiene forma me protegerá
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