Ir al contenido principal

hotel continental en temuco

Escribo desde la pieza 9 del Hotel Continental de Temuco. El taxista que me trajo del aeropuerto me contó que lo acaban de vender. A la señora de recepción nadie le ha dicho nada formalmente. El rumor es que lo van a demoler como acaban de destruir una casa antigua en Avenida Alemania (la casa Petersen creo que me dijeron) para construir algún mall u otra fealdad semejante.
En el
bar de acá, en sus mesas de madera, gastaba sus codos mientras dictaba sus clases Jorge Teillier; y en esta misma habitación 9 alojaba Neruda cuando pasaba por Temuco. Aquí alojó Allende como casi todos los antiguos Presidentes de la vieja República. En otra habitación de este piso Gabriela Mistral arrebatada de pasión por el poeta Manuel Magallanes Moure, le escribía desesperadas cartas mientras escuchaba el sonido de la húmeda lluvia, la misma que comienza a caer esta noche.
Hace frío y me estoy agarrando una bronquitis que me va tener una semana en cama. La ciudad olor a leña apaga uno de sus fuegos más fieles.
¿no se podrá hacer nada?

estrada, viernes 26 de agosto del 2005.-

Comentarios

Me acabas de traer a la memoria una semana que pasé en Temuco junto a una hermosa mujer,que hoy es mi esposa y sigue tan hermosa, precisamente alojando en esa habitación, la de Neruda.

Sería bastante inteligente por parte de los nuevos dueños desarmar algunas piezas e integrarlas a la nueva construcción o donarlas a algún museo, porque siendo realistas, no creo que el Estado compre el hotel y lo declare monumento nacional.

POdríamos empezar una campaña entre los escritores de bitácoras para pasarnos el dato y "sugerirle" alguna solucion de este tipo a la empresa, como para que evalue el costo de iamgen que tendría echar abajo sin más los recuerdos y la historia del Continental.

¿Te sumas a la propuesta?
Anónimo dijo…
absolutamente. de hecho, me parece que ese edificio tiene un valor histórico apreciable en dinero, no sólo afectivo, y que se puede conciliar ambos valores. creo que es inteligente cuidar nuestra historia y que ese cuidado también puede redituar.
armemos conversas en torno al hotel de los poetas en temuco.
ataquemos. hay radio. llama.
Anónimo dijo…
sasiulp, casa tejeda, de esto se trata, de ignorar tu nombre, color de pelo o dónde compras tu ropa pero emocionarse con cosas tontas como haber visto la misma lluvia debajo de las mismas nubes, gracias x la compañía

Entradas más populares de este blog

El Nuevo Coloso, de Benjamin Sachs

"Como todos los lectores saben, El nuevo coloso es una novela histórica, un libro meticulosamente documentado situado en América entre 1876 y 1890 y basado en hechos reales. La mayoría de los personajes son seres que vivieron realmente en esa época, e incluso cuando los personajes son imaginarios, no son tanto inventos como préstamos, figuras robadas de las páginas de otras novelas. Por lo demás, todos los hechos son verdaderos -verdaderos en el sentido de que siguen el hilo de la historia- y en aquellos lugares en los que eso no queda claro, no hay ninguna manipulación de las leyes de la probabilidad. Todo parece verosímil, real, incluso banal por lo preciso de su descripción, y sin embargo Sachs sorprende al lector continuamente, mezclando tantos géneros y estilos para contar su historia que el libro empieza a parecer una máquina de juego, un fabuloso artefacto con luces parpadeantes y noventa y ocho efectos sonoros diferentes. De capítulo en capítulo, va saltando de la narració

Una oración muy muy larga o Aquí no hay punto aparte?

La columna es del NYT: "“No book worth its salt is meant to put you to sleep,” says the garrulous shoemaker who narrates the Czech novelist Bohumil Hrabal’s “Dancing Lessons for the Advanced in Age” (1964), “it’s meant to make you jump out of bed in your underwear and run and beat the author’s brains out.” Thirty-three pages into what appears to be an unbroken highway of text, the reader might well wonder if that’s a mission statement or an invitation. “Dancing Lessons” unfurls as a single, sometimes maddening sentence that ends after 117 pages without a period, giving the impression that the opinionated, randy old cobbler will go on jawing ad infinitum. But the gambit works. His exuberant ramblings gain a propulsion that would be lost if the comma splices were curbed, the phrases divided into sentences. And there’s something about that slab of wordage that carries the eye forward, promising an intensity simply unattainable by your regularly punctuated novel. Hrabal wasn’t th

El Gran Santiago