... entonces, veníamos de salvar niños [1] el miércoles con el Sr. Azul y el Sr. Blanco y nos sentamos a almorzar en un sitio que parecía grato. El sr. Azul nos había ponderado elocuentemente [2] la excelencia gastronómica de algunos sandwichs árabes del local y la belleza del paisaje que semejaba una calle de ciudad de provincia. Comimos, bebimos (una lata de cerveza apenas, con lo que la influencia del bello brebaje [3] en lo acontecimientos siguientes queda descartada) y mientras comentábamos el devenir filosófico contemporáneo, pasábamos revista al estado físico y mental de nuestros íntimos y escuchábamos por enésima vez los alegatos del Sr. Azul en pro del comunismo erótico, compartíamos los sabios consejo amatorios del Sr. Blanco y oíamos las declaraciones de amor del Sr. Rojo, el Sr. Blanco creyó ver pasar al Pinochito. Embargados en tan altas ideas ni el Sr. Azul ni el Sr. Rojo (que con suerte puede verse la punta de sus zapatos y confunde...